lunes, 2 de marzo de 2015

Los 500 de Asís. De Santiago a Ciudad Rodrigo. Capítulo 7.

26 de agosto. Día 7. Peroferreiro - Almeida.


Me levanto muy temprano de mi lavadero, mañana fresca y a la tarea. Camino tranquilo, pero sin pausa, con las molestias en el tobillo, quizás un poco más que los días anteriores, como ya he dicho en otros días sobre todo en las bajadas con más desnivel, aunque no me impiden caminar.

Pasado un primer tramo llano se comienza a subir, se atraviesan zonas de viejos montes solitarios que a estas tempranas horas de la mañana, con algo de neblina y en alguna ocasión el camino poco claro, diría que por primera y única vez en todos los días de la marcha me hacen sentir realmente solo y medio "abandonado" en medio de la nada con cierta "preocupación".

Fuerte bajada hasta Sintrão, y vuelta a subir entre grandes berrocales graníticos, su simple visión me anima, significa que me estoy acercando a "la raya", a partir de ahora van a ser frecuentes. Al acabar esa subida estoy ya a las puertas de Trancoso, donde paro a desayunar. Llevo algo más de 15 km en 3 horas y 40 minutos.



Y en Trancoso, la revelación. Mientras desayuno me dedico como en otras ocasiones en que hago paradas a dar noticias a través del "facebó" (por cierto me llama bastante la atención que en Portugal en casi todos los sitios en que he parado había Wi-Fi, incluso en algunos en los que en principio no lo pensaría). El caso es que dando noticias de mis penurias y mis lesiones recibo ánimos y consejos de algunos amigos, particularmente de dos grandes ultrafondistas, por una parte de Óskar Oskemerando (cinco Tor des Géants en sus piernas) para las ampollas, aunque un poco complicados de llevar a la práctica en ese momento además de que las ampollas, por ahora, no son tan graves y por otro de Emilio Comunero (entre sus "muescas" está el Spartathlon que hizo este año), quien tras un breve intercambio de mensajes me hace un perfecto diagnóstico de la lesión del tibial y tobillo como si los estuviera viendo y me recomienda, por experiencia propia, un antiinflamatorio algo más eficaz y rápido que el ibuprofeno y la crema que me estaba aplicando, voltarén en supositorio. Como he dicho en otras ocasiones mis molestias no eran del todo incapacitantes, pero me daba un poco de miedo forzar y hacerme algo más grave, pero por probar no pierdo nada. Nada más salir de la pastelería en la que desayuno, al doblar la esquina hay una farmacia que visito inmediatamente. Tras una breve vuelta salgo del casco amurallado de Trancoso en una continua y larga bajada. Supongo que el antiinflamatorio hizo su efecto rápidamente, a los 10 ó 15 minutos empecé a notar cierta mejoría. O la tal medicina es dinamita pura o me hizo una gran efecto de sugestión, pero en poco más de una hora estaba empezando a trotar muy suave en algunos tramos favorables después de un par de días en los que únicamente había caminado. No es que fuera nada del otro mundo, porque aunque "médicamente" medio pudiera y mentalmente quisiera, el cansancio me podía, pero me hacía ilusión poder corretear aunque fuera unos cientos de metros de vez en cuando, además durante unos cuantos kilómetros atravieso un terreno muy favorable de suave descenso. Sin embargo, de vez en cuando, al correr, me dan unas "mordeduras" muy dolorosas en la zona inflamada, sin motivo aparente de malas pisadas ni nada por el estilo y que achaco (en mi ignorancia, y que no sé si será así realmente) a que el músculo o el tendón inflamado o lo que sea "está volviendo a su sitio". 

Al final de todo este tramo se llega a un riachuelo junto al que se transita durante casi un kilómetro aprovechando el frescor del bosque de ribera. La tranquilidad y soledad son absolutas, cuando de repente oigo un chapoteo en el agua, al dirigir la vista hacia el lugar suena otro ruido como el anterior y veo, o mejor intuyo, algo entrando en  el agua desde un tronco semi sumergido. Al estilo de como se ve a los cocodrilos en los documentales cuando se lanzan al agua. Me digo que no es lugar para cocodrilos, así que supongo que serán nutrias. Poco más adelante vuelvo a ver fugazmente otro animal, imagino que otra nutria, cruzando el camino. Mira con qué poco se puede uno alegrar la solitaria marcha.

Tras cruzar el río y afrontar una corta pero dura subida se llega al pueblito de Póvoa d´El Rei, donde se produce otro de esos momentos que te quedan en el recuerdo después de una de estas aventurillas. Son las horas de mediodía y hace bastante calor, a la puerta de casa, a la sombra, hay una pareja de esta gente mayor que queda en los pueblos que tras un saludo y una breve conversación, en la que me indican que de vez en cuando se ve pasar gente hacia Santiago, me invitan amablemente a beber agua fresca o comer algo de fruta. Invitación que sin embargo declino porque he comido algo de lo que yo llevaba poco antes y quería llegar al siguiente pueblo, un poco más grande, ya para parar a comer y a descansar un rato.

Sin embargo tenía que haber aceptado la invitación, porque el siguiente pueblo, Valbom estaba algo más lejos de lo que esperaba y se me hizo largo llegar. En Valbom, en contraste con la serenidad de la pareja de abuelos de Póvoa, al entrar en el bar, junto a los parroquianos habituales que se diría que casi forman parte del mobiliario había un par de familias de emigrantes "de la Francia"  y el bullicio de sus críos. 

Sin más incidencias me acerco a Pinhel, donde se entra por un pequeño polígono industrial donde me empieza  a seguir un perro que me acompaña por las largas avenidas que me llevan al centro de la ciudad y al que intento espantar, con poco éxito, para que se vuelva, viendo que se está alejando demasiado del lugar en el que lo encontré. Finalmente consigo dejarlo atrás y, aunque la tarde va cayendo, llego con bastante calor al centro, donde me tomo el inevitable par de Super Bock y en un pequeño parque me hago una foto con este señor, que no sé quien es, pero creo que era un poeta.


Tanto Pinhel, como Trancoso, y en realidad, como casi todas las ciudades y muchos de los pueblos que he atravesado durante la ruta quedan pendientes de una visita turística con más calma.

Llevo 48 km. en 10 horas y 20 minutos, pero me encuentro bien, la "droja" ha hecho su efecto perfectamente, y quiero acercarme lo más posible a Almeida.

Salgo de Pinhel ya con la tarde caída y al poco empieza a anochecer, en primer lugar, una vez internado en el campo me encuentro una zona quemada recientemente, es raro que no hubiera visto más, porque en Portugal los incendios son  (o la menos lo eran hace unos años) más que frecuentes, y una vez ya de noche paso un momento de cierta preocupación, al principio era un sonido más o menos lejano, pero según me acerco se oyen ya muy cerca unas explosiones que me parecen tiros de escopeta, por un momento dudo si continuar avanzando. Voy por un camino cómodo en medio de la tarde-noche y del campo, la verdad no me imagino a nadie pegando tiros así a tontas y a locas por la noche, no se ven luces ni coches ni nada ni nadie que me haga pensar que haya cazadores, pero un poco con la mosca detrás de la oreja cuando los "tiros" se oyen más cercanos voy un rato caminando semi agachado, aprovechando además un pequeño terraplén del terreno. Lo cierto es que los ruidos eran constantes y regulares, lo que me hace abandonar la idea de los disparos y me lleva a pensar más bien en que haya algún almacén o alguna plantación cercana que recurra a esos "disparos" para espantar algún animal. Ahora revisando el recorrido en el mapa del Garmin veo que había cerca lo que parece una cantera, supongo que los ruidos vendrían de allí.

Pasado este pequeño sobresalto continúo caminando muy a gusto. Hace una noche muy agradable en cuanto a temperatura y voy feliz de la vida y disfrutando enormemente del placer de caminar en la noche, sin molestias y sin prisas, sin agobios de distancias ni de tiempo, ya sé que salvo "cataclisno" al día siguiente estaré en Ciudad Rodrigo y me tomo la caminata como si acabara de salir a dar un paseo en la noche; a lo que sin duda ayuda el que es una noche preciosa sin nada de luna y con todas las estrellas brillando y marcando espectacularmente la Vía Láctea. Recuerdo que de pequeño mis padres me decían que siguiendo la Vía Láctea se llegaba a Santiago (de hecho también se la llama Camino de Santiago), miro hacia arriba y precisamente el reguero de estrellas se dirige hacia el noroeste, de donde vengo desde hace 7 días (quizás sea casualidad porque parece ser que dependiendo del día y de la hora puede apuntar en cualquier dirección), pero me hace ilusión pensar que sigo su camino que está marcando mi ruta y al mismo tiempo me lleva a recordar mi peregrinaje a lo largo de los días anteriores. Al apagar el frontal en alguna de esas miradas la cielo, compruebo que mi vista se adapta perfectamente a la oscuridad y pese a no haber nada de luna decido caminar sin la luz del frontal, como queriendo unirme más a esa noche y ese cielo mágico que me envuelven. Lo cierto, es que hablando de un modo un poco más prosaico y con los pies en el suelo (nunca mejor traído) el camino ayuda mucho para poder ir a oscuras, al ser una pista cómoda, apenas sin baches, en terreno despejado y sin sombras y ser de una tierra muy clarita fruto de las descomposición del terreno granítico.

Y si la noche parecía perfecta, contradiciendo por una vez ese fatalismo que parece que tiene que desembocar en alguna circunstancia que dé al traste con algún momento de felicidad, en este caso fue al contrario. Llego al pueblo de O Pereiro, llevo 8 kilómetros desde que salí de Pinhel, 56 desde que comencé a caminar en Peroferreiro y son más de las 10 de la noche. Llego al bar, en la puerta aprovechando la agradable noche hay algunos clientes y dentro sólo la dueña, su hija y su nieto. Pido la consabida Super Bock y algo de comer y la señora Julieta me pregunta si voy a Santiago (como he dicho en otras ocasiones este Camino Torres a Santiago no es que sea muy frecuentado, pero sí que me da la impresión de que se va dando a conocer poco a poco y cada vez más van pasando, aunque sea a cuentagotas, peregrinos, por lo que en algunos de los pueblos por los que se pasa ya están relativamente habituados a ellos). Le contesto que no, que voy a Ciudad Rodrigo pero que en cierto modo estoy haciendo una peregrinación en homenaje a San Francisco de Asís. Pues bien, para ella es suficiente, me dice que a todo lo que beba y coma en su casa me invita ella, que tiene una "promesa" por la cual ayuda de este modo a los peregrinos a Santiago (salvo que sea un grupo numeroso, ahora no recuerdo si más de 5 ó 6). El bar es a la vez la tienda del pueblo y me pasa al local anexo para que le pida lo que quiera. Con un poco de embutido y de queso será suficiente.

El "Café de Julieta" en O Pereiro, con la señora Julieta al fondo
Mientras como vamos charlando algo, pero cuando acabo empieza una larga conversación con abuela, hija y nieto explicándole mi propósito, mi camino. Se quedan un tanto asombradas de que ande yo solo ya de noche (lo típico de estos casos, que si no me da miedo y cosas por el estilo) y cuando después de más de una hora de charla les digo que me dispongo a continuar camino me dice la señora Julieta que cómo me voy a ir tan tarde, que me puedo quedar a dormir en su casa. Finalmente me marcho haciéndole la promesa de enviarle una postal cuando llegue a mi destino (como han hecho otros peregrinos a quienes ha ayudado, y que con todo el cariño del mundo va colocando en un tablón en el mismo bar) y además como Ciudad Rodrigo está relativamente cerca también le digo que le haré una visita, visita que en efecto le hice algún tiempo después.

Reanudo la marcha con una fuerte cuesta que me llevará a un altiplano hasta alcanzar una carretera por la que a estas horas (deben ser cerca de las 12 de la noche) pasa algún coche muy de vez en cuando. Se camina por ella o por una camino paralelo durante unos 2 kilómetros y después de otro par de kilómetros más se llega al pueblo de Valverde. Yo sigo feliz de la vida, con la alegría de lo recién vivido, caminando a ratos a oscuras y disfrutando de la noche y las estrellas. Camino muy tranquilo, como si fuera de paseo, por lo que no llego a tener sensación de cansancio y por momentos incluso me planteo seguir caminando durante toda la noche como si fuera la noche de una ultra. 

Me acerco al río Côa, se inicia un fuerte descenso hasta llegar a cruzar el viejo puente, escenario de algunas batallas en la Guerra Napoleónica por controlar este importante paso, ya que el río va bastante encajonado y no sería fácil cruzar por ningún otro sitio. En la noche no se aprecia bien, pero desde lo alto del puente sí te puedes hacer una idea de su grandeza y espectacularidad, queda pendiente, cómo no, de otra visita. Toca volver a ganar altura para recuperar lo que he bajado anteriormente y ya se me empieza a hacer pesado, además me empieza a molestar algo el tobillo, forzosamente abandono la peregrina idea de continuar caminando toda la noche, me quedan 3 ó 4 kilómetros para llegar a Almeida que se me están haciendo largos, llego tocado y busco un sitio para dormir en la terraza-galería de un viejo cuartel junto a las murallas al resguardo de posibles curiosos.

Al descalzarme me encuentro una desagradable sorpresa,  me han salido nuevas ampollas en ambos pies, que si bien me venían molestando algo no pensaba que fueran tan grandes. Por cierto, me quito por primera vez el calcetín del pie izquierdo después de tres días, jeje, ya sé que puede ser una guarrada, pero en ese pie es donde tenía alguna ampolla desde hacía días, y como hasta ahora no me habían vuelto a dar guerra había preferido "no meneallo" y evitar tentar a la suerte.

Son las 4 de la mañana, he hecho 71 kilómetros y medio en 16 horas y media de marcha, sin contar las largas paradas del día. Me quedan 41 kilómetros para llegar a casa. A dormir.

La ruta:

2 comentarios:

ramonet dijo...

Ya queda menos, nos has tenido en espera para este penúltimo capítulo.. y por cierto, vaya panzá 16 horas de tute. Ahora a por ese episodio final, que ya tengo ganas

yonhey dijo...

Según iba leyendo pensaba que ibas a terminar ya el viaje en este capítulo, no ha sido mala tirada. Esperamos el colofón, no tardes en contarlo, que para 41 km....
Un abrazo y suerte este finde en Alto Sil.