sábado, 14 de noviembre de 2015

Breve relación de los hechos acontecidos en la travesía de la mar oceana y la conquista de las tierras guadianensis o, el Iberman 2015.

El sábado, tercero día del mes de octubre del año del Señor de dos mil y quince es el señalado desde hace muchas semanas para una nueva y dura batalla.

Habrá que afrontar en primer lugar una larga travesía por la mar oceana desde las playas portuguesas del Algarve, enfrentando las procelosas aguas, ignotos peligros y monstruos marinos, para adentrarse después en penosa expedición, remontando la margen diestra del río Guadiana en duras tierras lusitanas a lomos de ligeros ingenios mecánicos de modernos materiales cual si de briosos, pero a la vez recios corceles se tratara, cruzar el río fronterizo con los reinos de las Españas y descender de nuevo por la margen siniestra del Guadiana buscando la cercanía del mar en Ayamonte, para emprender, ya a pie, la verdadera conquista de las tierras de Ayamonte en primer lugar y tras cruzar de nuevo el río que hace la raya con la Lusitania por una magnífica puente, conquistar después, no sin graves penalidades, la Vila Real de Santo Antonio y las playas de Monte Gordo.


Aún de noche finalizan los preparativos en boxes, con la compañía de Abel Atalanta, que también estaba apuntado, pero que, entre lesiones, desgana y falta de decisión (ya casi crónica) ha preferido no participar ni siquiera en la natación, sin embargo sí que se pega el madrugón para acompañarme y ver el ambientillo.


La mar oceana.

El día es perfecto, temperatura agradable un pelín fresca, como corresponde a estas horas de la amanecida, y sin viento. Así al acercarnos al agua se disipa uno de los temores que pueden presentarse al afrontar la natación en el mar, la "temible" mar oceana no es tal y está plana como un plato. Eso sí, lo que nunca quita uno es la sensación de lejanía de las boyas, y más ahora que voy viendo cada vez menos y no soy capaz de atisbar las más lejanas. Algo de calentamiento por probar el agua, perfecta. Fotos, línea de salida y al agua.


He nadado razonablemente bien, cómodo, sin agobios, casi sin "roces" ni siquiera en los primeros momentos. Sin embargo se desperdiga mucho la gente, ya no sé si soy yo o son los demás, o si había corrientes, pero nadamos muy separados. Primer largo hacia el interior, segundo paralelo a la playa y el tercero ya de vuelta haciendo una ligera diagonal hacia el punto de salida para comenzar la segunda vuelta. Y si no tuvimos que enfrentarnos a ningún temporal, sin embargo sí hubo que hacerlo con temibles monstruos marinos. En los tramos más alejados de la playa y más profundos ya se había intuido algo, pero pese a la claridad del agua no había sido capaz de distinguir a los monstruos, pero en el tercer largo, de vuelta hacia la playa, se van viendo cada vez más. Medusas. Medusas grandes, muy grandes, con una enorme "cabeza" deslizándose parsimoniosamente, en un primer momento a profundidad que marca una distancia de "seguridad" tranquilizadora, pero cada vez más cerca de la superficie, lo que te lleva a darle ciertas vueltas a la cabeza y empezar a pensar en grandes picores. Imagino que no serán peligrosas, tiendo a pensar que los bichos venenosos lo son más cuanto más pequeños, pero la intranquilidad sigue, aunque su picadura sea leve. Por otra parte creo que si realmente fueran un problema la organización lo habría advertido por todos los medios (ignoro si se dijo algo al respecto en la charla del viernes). En cualquier caso, sean inofensivas o no, es preferible no comprobarlo en persona, por lo que sobre todo en la segunda vuelta me tocó hacer algún gesto raro con los pies para evitarlo (o al menos a mi me parecía que estaban muy cerca) con riesgo de algún tirón muscular ya a esas alturas de la natación, además de que casi me choco con una de frente.

En fin aparte de eso no sé si es que cada vez nado más lento o si cada vez los ironmanes estos tienen la natación más larga. 1:40:41, que es casi lo mismo que hice en el Iberman de hace dos años, pero que sin embargo son 11 minutos más que el Northwest este año. Lo cierto es que en mi Garmin (el 310), que si bien no sirve para medir las distancias en natación con precisión, me da 4.350 metros, que aparte de como digo su propia imprecisión y las eses que yo haya dado me sigue pareciendo mucha diferencia con los 3.800 metros oficiales. Lo que sí me deja más satisfecho es que he nadado casi al mismo ritmo las dos vueltas, la primera en 49:41 y las segunda en 51 minutos (más satisfecho o más insatisfecho, según se mire, porque también se puede considerar que he nadado mal en las dos vueltas, jeje). Pero bueno, salí razonablemente contento del agua.

La federación portuguesa que es quien hacía el cronometraje de la prueba debe haber cambiado el sistema o el programa informático o algo, porque antes además del  tiempo parcial de cada sector daban el puesto (incluso de las transiciones) y ahora sólo dan el tiempo, y no me voy a entretener en contar cuántos quedaron por detrás (que en todo caso serían bastante pocos, jeje).

La transición con calma, charlando con Abel al otro lado de la valla.

La expedición al interior.

En el año 2013 el recorrido ciclista era básicamente el mismo, pero en sentido inverso, en aquella ocasión lo hice medianamente bien, pero fue un poco encerrona, aunque nos habían advertido de la dureza no esperaba tanto. Así que este año ya no me pillaba de sorpresa, iba concienciado de que es un recorrido muy rompepiernas, con algunas rampas con bastante desnivel sobre todo en el lado portugués. 

Se anunciaba, si no recuerdo mal, unos 168 km con unos 1.900 m de desnivel positivo.Lo de salir tan retrasado del agua tiene una ventaja, que luego voy adelantando "bastante" gente y además me entretengo en ir contándolos, jajaja, al final no sé cuántos fueron porque perdí la cuenta cuando iba por 28 ó 30, se me fue la especie y luego ya no supe si iba por 30 ó 40, además de que luego se complicaba la cosa con el paso por los avituallamientos. El caso es que casi hasta el final fui adelantando participantes, al principio más, luego ya con cuentagotas. 

Ruedo rápido cuando se puede y supero las cuestas, algunas con bastante desnivel y otras bastante largas, casi puertos, con solvencia. Todo este tramo portugués que la ocasión anterior me había parecido una auténtica locura ahora lo estoy llevando bastante bien y voy disfrutando. En ocasiones se nota algo de viento en contra, pero es llevadero.Sólo tengo un pequeño susto que pudo haber sido bastante más grave. En general las carreteras son bastante buenas, y en una de esas, con buen firme en una bajada rápida, a más de 50 km/h pillo con la rueda delantera una piedra pequeña en medio de la carretera que me hizo pegar un "bote", menos mal que era una zona con curvas e iba agarrado al manillar, si voy sujeto al acople me voy al suelo.

Mértola, más o menos mitad de recorrido, donde la ocasión anterior estaba situado un avituallamiento caótico en el que se le acabó el agua y estaba la gente rellenando bidones en una fuente. En esta ocasión aquellas deficiencias están subsanadas, lo primero el propio emplazamiento, mucho más amplio y cómodo y lo segundo el avituallamiento como tal, mucho más completo y surtido. Sin embargo, como en el resto de avituallamientos, sólo dan un bidón por persona (ya nos lo habían advertido previamente) de isotónica si quieres agua hay que parar a rellenar tus propios bidones (aunque en algunos casos también había bidones de agua, pero entonces no daban de iso y tendrías que rellenar los tuyos). No me gusta andar parando, pero bueno, aparte de que al final hasta viene bien, tampoco es tan gran molestia.

Al salir de Mértola viene un gran cuestoncio. Concienciado como iba con el asunto, no lo dudo ni un momento, meto el platillo y p´arriba. De todos modos fue la única vez que lo puse, pensaba que habría tenido que recurrir a él en alguna ocasión anterior. Y de ahí hasta la frontera con España un tramo en principio favorable, pero que se me hizo muy pesado, no lo recordaba tan largo de la vez anterior y estaba deseando llegar a la fortísima bajada que nos lleva al río Chanza que aquí es el que hace frontera entre España y Portugal justo antes de desembocar en el Guadiana, es el Km 105. El recorrido en tierras españolas es más "amable" que el portugués. Tras una buena primera subida para salir del encajonamiento del valle luego todo será bastante más tendido, de momento casi todo cuesta arriba, que subo bastante bien, si no recuerdo mal ayudado con algo de viento. En Villanueva de los Castillejos (km.130) prácticamente se alcanza el punto más alto de la prueba, por lo tanto, en teoría a partir de ahora, aunque con algunos toboganes habrá que bajar hasta el nivel del mar. Voy pensando en aprovechar esa circunstancia para ir descansando algo las piernas. Sin embargo no siempre las cosas salen como uno quiere, un viento contrario cada vez mas fuerte, que se deja notar en los molinos que vamos viendo en la lejanía, desbarata esos planes. Habrá que seguir peleando hasta el final.

Y ¡qué final!. Ya en las calles de Ayamonte, circulando cuesta abajo a buena velocidad, para entrar a boxes hay que dejar la avenida que traemos y girar a la derecha donde te encuentras una rampa de no más de 100 metros que seguro que, por dura y por inesperada, a más de uno le hizo bajarse de la bici antes de tiempo, jajaja.

Me salen 167´5 km en 6 h 34´ (5 minutos más en la clasificación oficial, contando las paradas) a 25´5 km/h y 1.700 metros de desnivel.

Otra vez hago la transición con calma y sin mayores complicaciones.

La conquista pie a tierra.



Empieza la verdadera batalla, la hora de la verdad. Se trata de volver a  Monte Gordo, un tramo de unos 17 km y luego tres vueltas de unos 8 km de ida y vuelta entre Monte Gordo y Vila Real de Santo Antonio. Salgo muy bien, cómodo, apenas paro en los avituallamientos y voy adelantando corredores. Digno de mención el paso sobre el puente internacional, un puente "colgante" en el que le viento hace sonar espectacularmente los cables que lo sujetan.

Contra pronóstico sigo "corriendo ligero", bastantes kilómetros en torno a 5:30, y llego al km.17 en Monte Gordo con una media de 5:40, sin haber parado a caminar salvo unos pocos metros al paso por los avituallamientos. Inaudito para mí. Creo que en ningún de mis anteriores IM he corrido tantos kilómetros seguidos, sin hacer algún tramo ya caminando, y además a un buen ritmo. Decido alargar este disfrute hasta donde pueda, me gustaría llegar así al menos hasta la mitad de la carrera, soy plenamente consciente de que será imposible seguir así mucho más y tras el avituallamiento más o menos en el km 19´5 ya hago el primer tramo caminando. A partir de ese momento ya se alternan los ratos de correr con los de andar y se me empieza a hacer pesado el recorrido sobre todo por la larguísima recta, aunque se hace más ameno por el continuo ir y venir de corredores y acompañantes mientras se va haciendo de noche. . Aunque ahora pienso que quizás no di todo lo que podía, que, efectivamente ya iba fundido, pero que no llegué a exprimir todo lo que podía, acomodándome a ese trotandar, claro que ahora es fácil pensarlo, jajaja, lo jodido era hacerlo allí. Pero bueno, sí que se me fue el tiempo bastante para como había hecho la primera parte de la carrera y lo que podía haber sido un tiempo bastante bueno se quedó en algo discreto.

En la última vuelta me sale al encuentro Abel que ya me acompaña más o menos los últimos 4 kilómetros. Está lesionado y no puede correr, vamos caminando y charlando la mayor parte del tiempo, pero alguna vez que me pongo a "correr", él, andando, va al mismo ritmo que yo corriendo, jeje. Al final, me animo a apretar un poco para hacer, como intento siempre, los últimos metros "dignamente".

Según el señor GPS, 42´05 km en 5:17:33.

En definitiva 13:46:07, y puesto 203 de 263 que acabaron. En mi categoría de viejuno el 11 de 15, aunque en mis delirios mientras todo iba bien llegué a pensar en estar más arriba, viendo ahora la clasificación, aunque todo hubiera ido muy bien pocos puestos habría avanzado, jejeje. Pero ahí sigo, 8 IM como 8 soles y con intención de seguir en la brecha.

Aquí los datos del GPS   https://connect.garmin.com/modern/activity/919219125

lunes, 21 de septiembre de 2015

Tri de Guadalajara 2015. Una derrota muy trabajada.



Es frecuente en los deportes, bien sean de equipo o individuales, de "enfrentamiento directo" con los rivales el hablar de "victorias muy trabajadas" o "muy sufridas" cuando las dificultades han sido muchas, la confrontación poco clara o muy trabada, con poco lucimiento y sin lugar para el preciosismo, recurriendo más al "oficio" que a la calidad.

Mi Triatlón de Guadalajara, celebrado el 29 de agosto fue eso, una derrota en toda regla, pero además una derrota dificultosa y trabada, sin lucimiento ninguno.

Poniéndonos en antecedentes hay que destacar que llegaba en muy buena condición, o eso me parecía, después de un mes de agosto con muchos y buenos entrenamientos, y con buenas expectativas en cuanto al resultado, lo que unido a cierta "pérdida de respeto" a una distancia 1/2 IM por la experiencia ya acumulada me hizo no tomar las precauciones debidas (en definitiva y en pocas palabras, que iba un poco "crecidito").

Por otra parte en lo climatológico el asunto se presentaba complicado. Después de un mes de agosto irregular con algunos días o semanas realmente frescos, para el fin de semana se anunciaba calor, mucho calor. Y a fé que lo hizo. El viernes llevaba un bocadillo de chorizo (sí, sí, de chorizo) para cenar, que después de estar toda la tarde en el maletero del coche parecía chorizo frito en lugar de crudo, que es como yo lo había metido en el pan, jajaja.

Pero dejémonos de prolegómenos y vamos a la crónica de la prueba.

Al "caloret".

La natación se hace en el azud de Pareja, donde nos han llevado las bicis el día antes a la T1 y el sábado por la mañana la organización nos lleva en autobús.


Un lugar muy agradable con un calor sofocante a la hora de comenzar la prueba a mediodía (he oído en un vídeo por ahí que 38 grados). Pese a todo se permite el neopreno, la temperatura del agua debe estar al límite. Me cuesta ponérmelo, me está bastante justo y sudo a chorros para enfundármelo, ni que decir tiene que una vez puesto también. Lo mejor es meterse en el agua mientras se da la salida. Para entrar y salir del agua hay una rampa de cemento pulido, que tan pronto entras en contacto con el agua resbala que da gusto, lo que a los menos precavidos los lleva directos al suelo de culo. Para salir hay que ayudarse de unas cuerdas.


Otros se divierten dejándose resbalar por la rampa. Para salir de la natación (por otro lugar distinto, pero también con una rampa similar o incluso más empinada aún) han puesto unas alfombras de goma para no resbalar y hay que agarrarse de una cuerda, además de contar con la colaboración de varios voluntarios, si no es casi imposible.

Se da la salida desde dentro del agua y a nadar con calma. Me adelantan algunos e inevitablemente, aunque salga en la parte casi trasera, hay algunos golpes, pero una vez avanzados unos metros más o menos se aclaran las posiciones y he nadado bastante cómodo, de hecho, algunas veces echaba de menos algo más de barullo para nadar con algo más de tensión y no simplemente dejarme llevar con un ritmo facilón. En general contento con la natación, 1.900 metros en 38:43 y puesto 210 de los 243 que acabaron. Bien, es más o menos mi sitio.


La transición bastante mala, salgo dándole a los botones del Garmin (además para nada), porque no lo puse bien en funcionamiento al principio y luego se complica con el neopreno, ya he dicho que me queda bastante justo y no consigo quitármelo con rapidez, se me atasca en codos, manos y pies.

Y llegó el desmadre.

Cojo la bici con ganas y ya desde el principio muy a gusto. Empiezo a adelantar gente, casi siempre hay alguien "a tiro", de momento en unos ligeros toboganes en los que voy rápido y cómodo. Poco después empieza un puerto en el que me sigo encontrando muy bien y sigo adelantando. Poco antes de coronar el puertecillo, por el km 18 está el primer avituallamiento. Salí de boxes con un bidón de agua, que de momento apenas he probado y cojo un bidón de isotónica (que por cierto, no me gustó mucho y además con el calor que hacía cuando a lo largo de la prueba he ido a beber pues claro, caliente, tampoco estaba muy apetecible) y una botella de agua de la que doy unos tragos y me echo otro poco por encima. Mi intención era coger también medio plátano, pero por circunstancias no pudo ser. De todos modos, voy muy confiado con el tema de comer y beber. En las salidas de todo el verano, incluso con bastante calor, apenas había necesitado beber hasta pasado mucho rato y comer muy ocasionalmente en alguna salida larga, por lo que yo sólo llevaba agua y el resto que necesitara, de los avituallamientos.

Se inicia una larga bajada, bastante más tendida que la subida, por lo que tampoco se alcanzan grandes velocidades y en la que se puede seguir pedaleando bastante rato. Sigo adelantando e incluso me permito "reñirle" a un coche que iba delante de mi grabando en vídeo a otros participantes que iban por delante y que me hizo incluso frenar en alguna ocasión.

A lo loco.
Acabada la bajada hay un tramo más o menos llano en ligera cuesta arriba que hago también muy cómodo, claro aquí soplaba el ligero viento a favor, es un tramo de ida y vuelta y a la vuelta en ligera bajada, sin embargo sí que se nota el viento en contra, aunque siga yendo rápido. Al acabar ese tramo de ida y vuelta se entra en una carretera infame que al poco rato da inicio al segundo puertecillo del día, poco más de tres kilómetros pero que se me hicieron muy duros, aunque todavía iba bastante bien de fuerzas. Por el calor, por el cansancio de los ya más de 60 km que llevamos y también, en buena parte por la carretera. Es una carreterucha (hay que reconocer que es el único tramo de mala carretera de toda la prueba, el resto perfecto) muy descarnada, con los chinarros de aspecto anguloso y cortante a la vista y apenas sin asfalto que los cubra, por lo que en un momento de la subida veo en la cubierta de delante lo que parece un corte, con parte de la goma levantada, lo que me hace preocupar bastante e ir el resto de la subida con miedo a un reventón con tanta china, pero sobre todo me preocupa la bajada. Al llegar al avituallamiento casi coronando la subida paro a revisar la cubierta y afortunadamente no es nada. Por otra parte gracias a ese "inexistente incidente" me tomo el avituallamiento con más calma, me vino bien, bebo un botellín de agua casi entero y me refresco un poco la cabeza y la cara, relleno de agua mi bidón y cojo otro de isotónica, que casi había acabado también el que llevaba. También cojo medio plátano. Si no hubiera sido por el asunto de la rueda no habría parado, cogiendo lo que hubiera podido en marcha. Afortunadamente la bajada es otra vez por buena carretera y se hace muy rápida para empezar de inmediato el tercer y último puertecillo, que siendo el más sencillo se me hizo realmente difícil, así como el tramo llano siguiente hasta empezar la bajada rapidísima a Guadalajara.

Última subidita, Guadalajara a tiro de rápido descenso.
Unos 83 kilómetros de bici, muy muy disfrutados (salvo por la preocupación por el posible reventón) hasta esa última subida, en los que adelanté a mucha gente, creo que a unos 60, en 2 h 56, a 28 km/h de media y puesto 167 de 243, aunque acabé ya algo tocado y agradeciendo que no fueran los 90 kilómetros estándar. Sin duda tenía que haber regulado un poco (o un mucho más) y haber comido y haber bebido más. Y a pesar de todo llegué a T2 con un poquito de agua y un bastante del isotónico, y es que al cabo de poco rato el agua estaba para una ducha (en buena parte es para lo que la utilicé, aunque incluso para eso la habría agradecido más fresquita) y el isotónico (¿ya he dicho que no me gustó?) para echarle unos fideos, porque caldo caliente ya era.

Si iría ya un poco tocado que en la T2 hasta me confundí de pasillo (es la primera vez que me pasa). Estuve dudando y al final me fui por el que no era. La transición tampoco fue especialmente buena.


Y salgo a ¿"correr"?. La debacle.

Cuando empiezo a correr la temperatura sigue por encima de los 30 grados. Al poco de iniciarse la carrera está un primer avituallamiento. El día antes, con las previsiones del calor, me preguntaba que no sabía si moriría de sed o de empanzonamiento. Pues bien un poco de ambas cosas, primero de sed y luego de beber.


Y acabo de salir a correr...
Llego a ese primer avituallamiento con ganas de beber algo fresco y bebo bien, aunque tampoco en exceso, pero no "ando", ni poco ni mucho ni nada, hago un primer tramo con unas pocas escaleritas y una rampa caminando, intentando autoconvencerme (vana y "tramposa" ilusión) de que es por el desnivel y que una vez pasado éste ya correré mas suelto. Pues no. Ya desde el inicio de esa primera vuelta se alternan los tramos de correr con los de andar, y andar más de lo deseable. El circuito, sin ser especialmente duro básicamente consiste en tres bajadas por sendas avenidas y vuelta a subir por el mismo camino, pero ni siquiera en las bajadas me encuentro cómodo, por supuesto las subidas flojísimo y lo mismo en los tramos llanos. En una de esas avenidas hay otro avituallamiento por el que se pasa al bajar y al subir. En todos los pasos se coge agua, para beber y también para echarse por encima, sin embargo no da sensación de que abunde, tampoco es que esté racionada, pero no parece sobrar, de hecho en las últimas vueltas para los últimos escaseaba un poco, aparte de que ya era un auténtico caldo. Imagino y algo he leído por ahí que debía haber agua en abundancia para todos, pero ante las circunstancias del calor sofocante (también por encima de los 30 grados a la hora de empezar a correr) se les quedaron cortas las previsiones porque todo el mundo debió beber y echarse por encima más de lo habitual. Los avituallamientos son correctos, sin más. Lo cierto es que al final hubo más de 60 retirados, la mayoría por problemas de deshidratación y calor, incluso entre los primeros, que parece que siempre cuidan más y llevan más estudiado todo este asunto de comer y beber.

En fin, sigo con mis penurias. Me cuesta un mundo acabar esta primera vuelta (eran cuatro) deshidratado y pájara total, sin fuerzas, ganas ni ilusión y ya pensando en la retirada. Decido continuar por si por algún misterioso milagro quizás pueda encontrarme algo mejor un poco más adelante. Al paso por el avituallamiento al inicio de la segunda vuelta, paro un rato largo y, de perdidos al río, me tomo un gel por primera vez en mi vida. Ha sido como si hubiera roto una especie de promesa, jajaja. El caso es que los dos o tres kilómetros siguientes fueron peores aún que todo lo anterior, decir catastróficos es poco, jajaja. Andando, pero además sin motivación ninguna, ni siquiera es de esas veces que ya no puedes con tu alma y que impedido para corretear intentas andar un poquillo rápido hasta que te vengan las fuerzas o las ganas de echar otro trotecillo, no. Aquí no, era un estar por estar, en contraste con los ánimos que te daban algunos voluntarios que ponían todo su empeño en alentarte. No corría ni cuesta abajo. Lo cierto es que tras esos dos o tres kilómetros se pasaba por delante del recinto donde estaban los boxes y la meta. Faltó "el canto de un duro" para que fuera hacia allí en lugar de seguir la carrera. Pero una vez más decidí continuar, darme otra oportunidad, esperar a ver si se obraba el milagro, porque desde luego tal y como iba era inviable continuar. También pesaron  en la decisión otras circunstancias como no defraudar a mis miles de seguidores (jajajaja); el que después de toda la tarde "en faena" para lo "poco" que quedaba (todavía 12 ó 13 km. no era tan poco) no lo podía dejar  y el hecho de que una retirada implicaría tener que volver otro año a acabar lo que dejaría a medias (no descarto volver a quitarme la espinita -si es posible con menos calor, claro-, pero no sería esa especie de "obligación" en la que me pondría una retirada).

En fin tras ese momento se iniciaba una bajada en la que parece que se produjo el milagro y comencé a trotar "a buen ritmo" (nótese el uso de las comillas y entiéndase lo que "a buen ritmo" podía significar en ese momento, jeje). Sería el efecto del gel, de que ya había bajado bastante la temperatura, de que el "descanso" previo  me había sentado bien, lo que fuera, pero sin ser para tirar cohetes a partir de ahí cada vez  he ido un poco mejor hasta el final, incluyendo un segundo gel al inicio de la tercera vuelta. Eso sí, ni por más que bebiera, de hecho como decía antes iba ya un poco empanzonado y algo revueltillo del estómago a lo que los geles supongo que también contribuirían algo, pero la estocada de la deshidratación ya la llevaba encima, continuamente me entraban unas terribles ganas de mear, para finalmente echar tres gotas y de un color más parecido al cognac que a la cerveza, jajaja. De forma recurrente me venía a la cabeza la pájara más gorda que he tenido nunca que fue hace unos años en el Puente de la Yunta camino de Monsagro un día de junio también de muchísimo calor. Incluso notaba que se me puso la voz "aflautada" como aquél día.

Finalmente, y esta vez sí que sí, con más pena que gloria, conseguí acabar los 20 kilómetros con el asombroso tiempo de 2:36:11, lo que supuso el segundo peor tiempo de los 243 participantes que acabaron, para acabar la prueba con un tiempo total de 6:18:44 en el puesto 232 de los 243.

Dejo un vídeo centrado, naturalmente, en los primeros, pero en el que se da cuenta de las circunstancias generales del día y de la prueba.



Por cierto, y fuera ya del tema por si a alguien le interesa, el Nortwest Triman (celebrado el 28 de junio, del que no hice crónica) se desarrolló de forma un poco parecida, natación regular, bici bien y carrera mal, pero el rejonazo en la carrera a pie no fue tan fuerte, digamos que no fue un pajarón descarado, sino el natural agotamiento de fuerzas.

lunes, 23 de marzo de 2015

Los 500 de Asís. De Santiago a Ciudad Rodrigo. Capítulo 8 y fin.

27 de agosto. Día 8. Almeida - Ciudad Rodrigo.

Despierto en Almeida con algo de sobresalto, está amaneciendo y suenan cercanas y atronadoras unas diabólicas máquinas que poco después descubro que son una desbrozadora y uno de esos aparatos que hay ahora de "soplar" hojas y hierbas. Unos operarios están limpiando la muralla y zonas cercanas a mi "dormitorio" (creo que unos días después hubo en Almeida una feria de turismo o algo por el estilo, supongo que estarían dejando todo en "perfecto estado de revista").

Mi dormitorio en Almeida
Viendo amanecer sobre la muralla desde la cama
Hoy sí las ampollas ya son preocupantes, además me duele otra vez el tobillo. Así que tras las operaciones de rigor de pinchar, limpiar y medio curar las ampollas y el oportuno antiinflamatorio me pongo en marcha con dificultad, me cuesta mucho y voy medio cojo y con dolores por unas cosas y otras, pero esto es así, poco a poco empieza a calentarse el cuerpo y los dolores van desapareciendo, cojo buen ritmo y camino bastante a gusto, incluso me animo a trotar alguno tramos.

Tras el paso por Vale da Mula en 8 kilómetros y medio desde que salí de Almeida me dispongo a cruzar el río Turones (Tourões, para ser más exacto, ya que lo cruzo desde le lado portugués)


Y estoy de vuelta en España.


Paso junto al Fuerte de la Concepción (digno de una visita para quien no lo conozca) y llego a Aldea del Obispo. Aún es pronto pero ya se nota el calor y me apetece una cerveza, además tengo que cargar el GPS. Sé que no va a haber mi gasolina súper en forma de Super Bock, pero por la cercanía con Portugal tengo la vana esperanza de que tengan botellines de tercio, pero no, por esta zona nuestra el tercio de cerveza se estila poco, así que me pido una jarrita mientras como algo y charlo con unos paisanos a la puerta del bar.

Bajada para atravesar la Rivera de Dos Casas y tras el paso por Castillejo de Dos Casas se inicia un tramo muy ameno junto al río atravesando encinares y piaras de marranos que corretean felices, hasta las proximidades de La Alameda de Gardón. Desde aquí, ya por una de esas carreteras solitarias que conozco de  montar en bici y a Gallegos de Argañán.

Llevo 24 km en poco más de 5 horas. Hora de comer. Entro en un bar preguntando si hay algo para comer o si me preparan un bocadillo. De momento el hombre me dice que no tienen nada, pero va a preguntarle a la mujer. Al poco aparece la mujer, es portuguesa, me ofrece una ración de bacalao "a bras" que tiene por ahí que acepto encantado. Para el que no lo sepa el bacalao "a bras" es una receta portuguesa, seguramente la más común en esta zona fronteriza. Menuda paradoja, voy a comer por primera vez comida típicamente portuguesa precisamente cuando ya estoy en España.

Hago una larga parada para comer y aprovecho para ir dando noticias de mi paradero, del camino que me queda por delante, de la ruta que seguiré y de la hora aproximada para llegar a Ciudad Rodrigo a todos los amigos que ya están más o menos al tanto de mi llegada y que me van preguntando, unos para acompañarme en los últimos kilómetros y otros para esperar a las puertas de la Catedral, meta de esta "peregrinación".

Tras el descanso y con la camiseta limpia, la que sólo había usado para cambiarme y no oler demasiado a "chotuno" en algunas ocasiones, cuesta reanudar la marcha, además el terreno tampoco ayuda: una sucesión de repechos y bajadas por un secarral con el calor apretando y sin una sombra. La parada ha sido más larga de lo que pensaba así que intento recuperar algo de tiempo, caminando rápido o incluso trotar aprovechando alguna bajadita. Aunque con la modorra del calor, de la comida y las pocas horas dormidas la noche antes parece que marcho meramente por inercia, yo creo que he llegado a caminar incluso medio dormido. Estaba en uno de esos momentos cuando veo aproximarse un ciclista. Hasta que no ha parado y no ha empezado a hablar conmigo no lo he reconocido, es mi primo Chago, el primero que viene a mi encuentro para acompañarme (y al único que voy a citar, porque luego se fueron uniendo más amigos y seguro que me voy a olvidar de alguno). La verdad es que su compañía me vino muy bien, llegó en un buen momento para ayudarme a superar esa "tontuna" que llevaba encima.

Poco después se van añadiendo más amigos, saludos, felicitaciones, ánimos, agua fría (aunque yo llevaba agua, poder beber algo fresco se agradece), fotos. Se van uniendo niños y mayores, unos en coche, la mayoría andando y se conforma una pequeña caravana, con tanto revuelo se ralentiza un poco la marcha, voy a llegar algo más tarde de lo anunciado, pero está bien, apenas quedan 4 ó 5  kilómetros por terreno conocido y cercano, lugares habituales de entrenamiento.

Entramos en Ciudad Rodrigo por el Puente cuando empieza a caer la tarde,


subida por la Colada, donde me dan la bandera del pueblo que llevaré los últimos metros y directamente a la Catedral.






Meta, objetivo cumplido.


Allí espera más gente, algunos amigos, algunos curiosos que se deben haber enterado de la noticia y se han acercado a curiosear y supongo que algún que otro turista despistado y un tanto asombrado; de haber llegado un poco antes parece que había estado incluso la prensa local, pero estamos en plena Feria de Teatro que es el acontecimiento cultural más importante que se celebra en Ciudad Rodrigo y a esa hora ya ha comenzado alguna obra. El caso es que el recibimiento me abruma, en cierto modo no sé muy bien a dónde atender entre saludos, felicitaciones y fotos, muchas fotos.


Amos, no me jodas, que parezco una estrellita de tres al cuarto.
Allí mismo Abel Atalanta, ideólogo y padre de la criatura que por cuestiones varias no pudo llevar a cabo, me entrega una copa de "finisher" con la que poso luciendo orgulloso una camiseta "Jaramuga".



Somos "Jaramugos" y hacemos "Jaramugadas", retos deportivos en ocasiones, como la presente, un tanto alocados e incomprensibles para la gente ajena a nuestro mundillo, y esta peregrinación  ha sido de las jaramugadas buenas de verdad, en primer lugar por la brillante idea de Abel y después por el planteamiento y por la ejecución. ¿Por qué lo hacemos?. No hay que buscar muchas razones, es así y no hay más, como reza nuestro lema "En tos lus frentis".

Estoy renegrío, entre el sol y la roña de unos cuantos días ya sin una ducha.
Después del ajetreo inicial una pequeña ronda hasta la puerta de la exposición que se celebra en el contiguo Seminario con motivo del 800 aniversario del paso de San Francisco de Asís por la ciudad, que en definitiva es el origen de este reto de los 500 de Asís





y una visita al otro lado de la catedral,


donde se encuentran estas escaleras para bajar al atrio y (os voy a contar un poco de historia ficción) de las que se cuenta, que por ellas bajó San Francisco cuando al llegar a Ciudad Rodrigo se estaba construyendo la catedral. Seguramente no sea más que una ocurrente invención, pero lo cierto es que para bajar a ese atrio hay tres escaleras similares y las otras dos están perfectamente restauradas y acondicionadas y en estas parece que se mantiene la deteriorada piedra original, como si no se hubiera querido tocar esa "reliquia". En fin, habrá que preguntar a alguien que verdaderamente sepa acerca de la catedral el porqué no se han restaurado.


Para acabar con los datos: hoy han sido poco más de 41 kilómetros en 8 horas y 52 minutos de marcha. 


En total, si el señor Garmin no ha fallado mucho, en números redondos desde Santiago han sido 490 kilómetros en 99 horas en ocho días, con un desnivel total de 10.300 metros positivos y 9.900 negativos.



Etapas:

1- Santiago-Pontevedra. 67´35 km. 10 h 33´.
2- Pontevedra-Rubiaes. 70´8 km. 12 h 05´.
3- Rubiaes-Guimaraes. 81´63 km. 15 h 26´.
4- Guimaraes-Mesao Frio. 65´27 km. 13 h 33´. 
5- Mesao Frio-Gouviaes. 40´04 km. 10 h 25´.
6- Gouviaes-Peroferreiro. 51 km. 11 h 43´.
7- Peroferreiro-Almeida. 71´46 km. 16 h 29´.
8- Almeida-Ciudad Rodrigo. 41´18 km. 8 h 52´.

Algunos compañeros de viaje:

Mi pulsera del "todo incluido" de las vacaciones.



Las zapatillas (y el maltrecho tobillo). La verdad es que ya estaban en las últimas cuando decidí llevarlas frente a otras más nuevas, pero para tanto kilometraje preferí llevar unas ya "hechas" y creo que cumplieron bastante bien.



Algunas conclusiones.

Inicialmente este iba a ser un capítulo más amplio, pero el tiempo transcurrido hace que muchas de las conclusiones hayan caído ya en el olvido y queden sepultadas por el buen sabor de boca que la memoria selectiva hace prevalecer sobre los malos momentos, que tienden a olvidarse, o al menos no recordarse como tan malos.

En cualquier caso sí que es cierto que al acabar no estaba especialmente satisfecho. Sí, había conseguido cumplir el objetivo, incluso pese a la lesión del tibial, que estuvo a punto de dar con  todo al traste, casi había cumplido los planes en cuanto a los días de marcha previstos. Sin embargo no estaba muy conforme con la forma de lograrlo, habían sido demasiadas horas, y no sólo una vez producida la lesión, los días anteriores también había empleado más horas de las deseables, todo ello fruto de una deficiente preparación. Había sido todo un poco "al estilo jaramugo", un poco a la buena de Dios, sin un verdadero entrenamiento para afrontar el reto con garantías, confiando demasiado a la experiencia (aunque nunca había hecho algo, ni por aproximación, tan largo por etapas), a la veteranía, a la dureza de cabeza, a lo que muchas veces hemos llamado "tener el cuerpo hecho" a la ultra distancia. Y evidentemente sin todo eso habría sido imposible, pero no era suficiente. El plan inicial era correr más y caminar menos, Al final (y, como digo, no sólo por la lesión) he caminado mucho, teniendo que suplir con más horas lo que no lograba con más velocidad. Claro, que por otra parte no esperaba un terreno tan duro de subidas y bajadas tan fuertes los primeros días ni tanto asfalto, pensé que el camino sería mas pistas y senderos, pero el "urbanismo" del norte de Portugal con pueblos y aldeas unidos unos a otros sin solución de continuidad hace que transites continuamente por asfalto o lo que es peor por adoquinado.

Desde luego al acabar e incluso mucho tiempo después, habría descartado rotundamente repetirlo, ahora mismo creo que lo seguiría descartando, pero ya no sería tan rotundo, jajaja. Además juega el aspecto de sacarse una pequeña espinita. 

Por otra parte he "conocido" lugares y ciudades maravillosos, y digo conocido entre comillas porque apenas ha sido un paso fugaz, un visto y no visto, sin poder saborearlos ni disfrutarlos. La mayoría de esos lugares quedan pendientes de una visita más reposada. Sin embargo en el momento de acabar, salvo los lugares más destacados, apenas tenía recuerdos ni referencias de la mayoría. Ha sido al escribir esta serie de crónicas cuando la memoria se ha ido refrescando contrastando algunas notas, mapas, rutas y fotos. Precisamente esa es una de las razones por las que se ha retrasado tanto el escribirlas, cada vez que me ponía a ello se me iba el tiempo en primer lugar desplegando todas las fuentes de información necesarias para avivar la memoria y luego recordando lugares, situaciones o personas. Fundamental para ello las nuevas herramientas tecnológicas, particularmente los "tracks" proporcionados por el GPS que con el grado de nitidez que permite la ampliación de las imágenes de satélite me ha permitido casi revivir cada paso, pero al mismo tiempo me ha llevado muchas horas. Así mismo fundamental, mejor dicho indispensable la página del Camino Torreshttp://caminosantiago.usal.es/torres/ ) que describe el camino que empleó D. Diego de Torres Villarroel, Catedrático de Matemáticas de la Universidad de Salamanca para ir en 1737 de Salamanca a Santiago. Indispensable en el momento inicial de esta aventurilla pues es el camino que, a la inversa, he seguido yo y de donde tomé todo lo necesario para trazar la ruta. Y fundamental también en el momento final, pues las descripciones de cada una de las etapas y las numerosas fotos que las acompañan han sido el complemento necesario para traer a la memoria buena parte de los recuerdos plasmados en las crónicas.

Las cosas y los casos.

Y para acabar algunas de las cosas que van a quedar para siempre como recuerdo de los 500 de Asís.

En primer lugar mi Credencial de Peregrino. Normalmente es el documento que se usa para acreditar la peregrinación hacia Santiago mediante el sellado en albergues, parroquias e incluso bares de los distintos lugares de paso (es el mejor recuerdo que tengo de mi peregrinación a Santiago hace ya un montón de años). En mi caso no tenía nada que acreditar más que ante mí mismo, pero sí la quería para documentar el paso por tantos y tantos lugares, sin embargo por unas cosas y otras me aburrí pronto y únicamente la sellé hasta el segundo día, en el primer lugar en que dormí en Portugal. Sí que quise tener el sello final, el de la exposición de Ciudad Rodrigo.



La copa. El bueno de Abel quería entregarme algo en el momento de acabar, algo con que escenificar el cumplimiento del objetivo. Tratándose, en principio, de un reto de carácter deportivo lo más recurrente era una copa, aunque a él no le gustase mucho y se arrepienta de no haber tenido una mejor ocurrencia. Da lo mismo, lo que cuenta es la intención. Gracias. 






Aunque en principio la idea de los 500 de Asís era algo meramente nuestro, el tema fue teniendo cierta difusión a través de medios de comunicación locales y llegó a conocimiento de los organismos encargados de la conmemoración oficial del Año Franciscano. De modo que gracias a la iniciativa de José Ramón Cid se me hizo un pequeño reconocimiento "oficial" en la sede de la Exposición con entrega de un libro relativo al paso de San Francisco por España.




Un reconocimiento inesperado y más entrañable fue el que se produjo en la San Silvestre de Martiago. Los organizadores de una modesta "carrera de pueblo" (por supuesto dicho con todo el cariño del mundo), Agustín y Floren tuvieron conmigo el enorme detalle de entregarme una placa (por cierto, pedazo de placa) por sorpresa al acabar la carrera. Muchas gracias a ambos, así como a los que, sabiéndolo, contribuyeron a mantener la sorpresa




Pero si hay una cosa que apreciaré siempre y por encima de todo como recuerdo de estos 500 de Asís es esta camiseta obra de Susa, dibujada a mano, que reproduce al San Francisco "orejón" de la catedral. Muchas gracias comadre y un enorme beso.




Así, con estas mismas fotos con que iniciaba la primera de esta serie de crónicas hace ya muchos meses las cierro ahora, dando las gracias también a todos los que se interesaron por mi reto deportivo-peregrinación de Santiago de Compostela a Ciudad Rodrigo en agosto de 2014, a los que me aconsejaron y animaron en los momentos difíciles, a las buenas gentes que fui encontrando por el camino dispuestas a ayudar, a los que siguieron en su día mis venturas y desventuras y a los que las han seguido después a través de estas crónicas, a los que me acompañaron en los últimos kilómetros y a los que me recibieron y retrataron cual estrella (fotos que ilustran esta crónica) junto a la catedral.

Y con el lema franciscano me despido:

PAZ Y BIEN.

lunes, 2 de marzo de 2015

Los 500 de Asís. De Santiago a Ciudad Rodrigo. Capítulo 7.

26 de agosto. Día 7. Peroferreiro - Almeida.


Me levanto muy temprano de mi lavadero, mañana fresca y a la tarea. Camino tranquilo, pero sin pausa, con las molestias en el tobillo, quizás un poco más que los días anteriores, como ya he dicho en otros días sobre todo en las bajadas con más desnivel, aunque no me impiden caminar.

Pasado un primer tramo llano se comienza a subir, se atraviesan zonas de viejos montes solitarios que a estas tempranas horas de la mañana, con algo de neblina y en alguna ocasión el camino poco claro, diría que por primera y única vez en todos los días de la marcha me hacen sentir realmente solo y medio "abandonado" en medio de la nada con cierta "preocupación".

Fuerte bajada hasta Sintrão, y vuelta a subir entre grandes berrocales graníticos, su simple visión me anima, significa que me estoy acercando a "la raya", a partir de ahora van a ser frecuentes. Al acabar esa subida estoy ya a las puertas de Trancoso, donde paro a desayunar. Llevo algo más de 15 km en 3 horas y 40 minutos.



Y en Trancoso, la revelación. Mientras desayuno me dedico como en otras ocasiones en que hago paradas a dar noticias a través del "facebó" (por cierto me llama bastante la atención que en Portugal en casi todos los sitios en que he parado había Wi-Fi, incluso en algunos en los que en principio no lo pensaría). El caso es que dando noticias de mis penurias y mis lesiones recibo ánimos y consejos de algunos amigos, particularmente de dos grandes ultrafondistas, por una parte de Óskar Oskemerando (cinco Tor des Géants en sus piernas) para las ampollas, aunque un poco complicados de llevar a la práctica en ese momento además de que las ampollas, por ahora, no son tan graves y por otro de Emilio Comunero (entre sus "muescas" está el Spartathlon que hizo este año), quien tras un breve intercambio de mensajes me hace un perfecto diagnóstico de la lesión del tibial y tobillo como si los estuviera viendo y me recomienda, por experiencia propia, un antiinflamatorio algo más eficaz y rápido que el ibuprofeno y la crema que me estaba aplicando, voltarén en supositorio. Como he dicho en otras ocasiones mis molestias no eran del todo incapacitantes, pero me daba un poco de miedo forzar y hacerme algo más grave, pero por probar no pierdo nada. Nada más salir de la pastelería en la que desayuno, al doblar la esquina hay una farmacia que visito inmediatamente. Tras una breve vuelta salgo del casco amurallado de Trancoso en una continua y larga bajada. Supongo que el antiinflamatorio hizo su efecto rápidamente, a los 10 ó 15 minutos empecé a notar cierta mejoría. O la tal medicina es dinamita pura o me hizo una gran efecto de sugestión, pero en poco más de una hora estaba empezando a trotar muy suave en algunos tramos favorables después de un par de días en los que únicamente había caminado. No es que fuera nada del otro mundo, porque aunque "médicamente" medio pudiera y mentalmente quisiera, el cansancio me podía, pero me hacía ilusión poder corretear aunque fuera unos cientos de metros de vez en cuando, además durante unos cuantos kilómetros atravieso un terreno muy favorable de suave descenso. Sin embargo, de vez en cuando, al correr, me dan unas "mordeduras" muy dolorosas en la zona inflamada, sin motivo aparente de malas pisadas ni nada por el estilo y que achaco (en mi ignorancia, y que no sé si será así realmente) a que el músculo o el tendón inflamado o lo que sea "está volviendo a su sitio". 

Al final de todo este tramo se llega a un riachuelo junto al que se transita durante casi un kilómetro aprovechando el frescor del bosque de ribera. La tranquilidad y soledad son absolutas, cuando de repente oigo un chapoteo en el agua, al dirigir la vista hacia el lugar suena otro ruido como el anterior y veo, o mejor intuyo, algo entrando en  el agua desde un tronco semi sumergido. Al estilo de como se ve a los cocodrilos en los documentales cuando se lanzan al agua. Me digo que no es lugar para cocodrilos, así que supongo que serán nutrias. Poco más adelante vuelvo a ver fugazmente otro animal, imagino que otra nutria, cruzando el camino. Mira con qué poco se puede uno alegrar la solitaria marcha.

Tras cruzar el río y afrontar una corta pero dura subida se llega al pueblito de Póvoa d´El Rei, donde se produce otro de esos momentos que te quedan en el recuerdo después de una de estas aventurillas. Son las horas de mediodía y hace bastante calor, a la puerta de casa, a la sombra, hay una pareja de esta gente mayor que queda en los pueblos que tras un saludo y una breve conversación, en la que me indican que de vez en cuando se ve pasar gente hacia Santiago, me invitan amablemente a beber agua fresca o comer algo de fruta. Invitación que sin embargo declino porque he comido algo de lo que yo llevaba poco antes y quería llegar al siguiente pueblo, un poco más grande, ya para parar a comer y a descansar un rato.

Sin embargo tenía que haber aceptado la invitación, porque el siguiente pueblo, Valbom estaba algo más lejos de lo que esperaba y se me hizo largo llegar. En Valbom, en contraste con la serenidad de la pareja de abuelos de Póvoa, al entrar en el bar, junto a los parroquianos habituales que se diría que casi forman parte del mobiliario había un par de familias de emigrantes "de la Francia"  y el bullicio de sus críos. 

Sin más incidencias me acerco a Pinhel, donde se entra por un pequeño polígono industrial donde me empieza  a seguir un perro que me acompaña por las largas avenidas que me llevan al centro de la ciudad y al que intento espantar, con poco éxito, para que se vuelva, viendo que se está alejando demasiado del lugar en el que lo encontré. Finalmente consigo dejarlo atrás y, aunque la tarde va cayendo, llego con bastante calor al centro, donde me tomo el inevitable par de Super Bock y en un pequeño parque me hago una foto con este señor, que no sé quien es, pero creo que era un poeta.


Tanto Pinhel, como Trancoso, y en realidad, como casi todas las ciudades y muchos de los pueblos que he atravesado durante la ruta quedan pendientes de una visita turística con más calma.

Llevo 48 km. en 10 horas y 20 minutos, pero me encuentro bien, la "droja" ha hecho su efecto perfectamente, y quiero acercarme lo más posible a Almeida.

Salgo de Pinhel ya con la tarde caída y al poco empieza a anochecer, en primer lugar, una vez internado en el campo me encuentro una zona quemada recientemente, es raro que no hubiera visto más, porque en Portugal los incendios son  (o la menos lo eran hace unos años) más que frecuentes, y una vez ya de noche paso un momento de cierta preocupación, al principio era un sonido más o menos lejano, pero según me acerco se oyen ya muy cerca unas explosiones que me parecen tiros de escopeta, por un momento dudo si continuar avanzando. Voy por un camino cómodo en medio de la tarde-noche y del campo, la verdad no me imagino a nadie pegando tiros así a tontas y a locas por la noche, no se ven luces ni coches ni nada ni nadie que me haga pensar que haya cazadores, pero un poco con la mosca detrás de la oreja cuando los "tiros" se oyen más cercanos voy un rato caminando semi agachado, aprovechando además un pequeño terraplén del terreno. Lo cierto es que los ruidos eran constantes y regulares, lo que me hace abandonar la idea de los disparos y me lleva a pensar más bien en que haya algún almacén o alguna plantación cercana que recurra a esos "disparos" para espantar algún animal. Ahora revisando el recorrido en el mapa del Garmin veo que había cerca lo que parece una cantera, supongo que los ruidos vendrían de allí.

Pasado este pequeño sobresalto continúo caminando muy a gusto. Hace una noche muy agradable en cuanto a temperatura y voy feliz de la vida y disfrutando enormemente del placer de caminar en la noche, sin molestias y sin prisas, sin agobios de distancias ni de tiempo, ya sé que salvo "cataclisno" al día siguiente estaré en Ciudad Rodrigo y me tomo la caminata como si acabara de salir a dar un paseo en la noche; a lo que sin duda ayuda el que es una noche preciosa sin nada de luna y con todas las estrellas brillando y marcando espectacularmente la Vía Láctea. Recuerdo que de pequeño mis padres me decían que siguiendo la Vía Láctea se llegaba a Santiago (de hecho también se la llama Camino de Santiago), miro hacia arriba y precisamente el reguero de estrellas se dirige hacia el noroeste, de donde vengo desde hace 7 días (quizás sea casualidad porque parece ser que dependiendo del día y de la hora puede apuntar en cualquier dirección), pero me hace ilusión pensar que sigo su camino que está marcando mi ruta y al mismo tiempo me lleva a recordar mi peregrinaje a lo largo de los días anteriores. Al apagar el frontal en alguna de esas miradas la cielo, compruebo que mi vista se adapta perfectamente a la oscuridad y pese a no haber nada de luna decido caminar sin la luz del frontal, como queriendo unirme más a esa noche y ese cielo mágico que me envuelven. Lo cierto, es que hablando de un modo un poco más prosaico y con los pies en el suelo (nunca mejor traído) el camino ayuda mucho para poder ir a oscuras, al ser una pista cómoda, apenas sin baches, en terreno despejado y sin sombras y ser de una tierra muy clarita fruto de las descomposición del terreno granítico.

Y si la noche parecía perfecta, contradiciendo por una vez ese fatalismo que parece que tiene que desembocar en alguna circunstancia que dé al traste con algún momento de felicidad, en este caso fue al contrario. Llego al pueblo de O Pereiro, llevo 8 kilómetros desde que salí de Pinhel, 56 desde que comencé a caminar en Peroferreiro y son más de las 10 de la noche. Llego al bar, en la puerta aprovechando la agradable noche hay algunos clientes y dentro sólo la dueña, su hija y su nieto. Pido la consabida Super Bock y algo de comer y la señora Julieta me pregunta si voy a Santiago (como he dicho en otras ocasiones este Camino Torres a Santiago no es que sea muy frecuentado, pero sí que me da la impresión de que se va dando a conocer poco a poco y cada vez más van pasando, aunque sea a cuentagotas, peregrinos, por lo que en algunos de los pueblos por los que se pasa ya están relativamente habituados a ellos). Le contesto que no, que voy a Ciudad Rodrigo pero que en cierto modo estoy haciendo una peregrinación en homenaje a San Francisco de Asís. Pues bien, para ella es suficiente, me dice que a todo lo que beba y coma en su casa me invita ella, que tiene una "promesa" por la cual ayuda de este modo a los peregrinos a Santiago (salvo que sea un grupo numeroso, ahora no recuerdo si más de 5 ó 6). El bar es a la vez la tienda del pueblo y me pasa al local anexo para que le pida lo que quiera. Con un poco de embutido y de queso será suficiente.

El "Café de Julieta" en O Pereiro, con la señora Julieta al fondo
Mientras como vamos charlando algo, pero cuando acabo empieza una larga conversación con abuela, hija y nieto explicándole mi propósito, mi camino. Se quedan un tanto asombradas de que ande yo solo ya de noche (lo típico de estos casos, que si no me da miedo y cosas por el estilo) y cuando después de más de una hora de charla les digo que me dispongo a continuar camino me dice la señora Julieta que cómo me voy a ir tan tarde, que me puedo quedar a dormir en su casa. Finalmente me marcho haciéndole la promesa de enviarle una postal cuando llegue a mi destino (como han hecho otros peregrinos a quienes ha ayudado, y que con todo el cariño del mundo va colocando en un tablón en el mismo bar) y además como Ciudad Rodrigo está relativamente cerca también le digo que le haré una visita, visita que en efecto le hice algún tiempo después.

Reanudo la marcha con una fuerte cuesta que me llevará a un altiplano hasta alcanzar una carretera por la que a estas horas (deben ser cerca de las 12 de la noche) pasa algún coche muy de vez en cuando. Se camina por ella o por una camino paralelo durante unos 2 kilómetros y después de otro par de kilómetros más se llega al pueblo de Valverde. Yo sigo feliz de la vida, con la alegría de lo recién vivido, caminando a ratos a oscuras y disfrutando de la noche y las estrellas. Camino muy tranquilo, como si fuera de paseo, por lo que no llego a tener sensación de cansancio y por momentos incluso me planteo seguir caminando durante toda la noche como si fuera la noche de una ultra. 

Me acerco al río Côa, se inicia un fuerte descenso hasta llegar a cruzar el viejo puente, escenario de algunas batallas en la Guerra Napoleónica por controlar este importante paso, ya que el río va bastante encajonado y no sería fácil cruzar por ningún otro sitio. En la noche no se aprecia bien, pero desde lo alto del puente sí te puedes hacer una idea de su grandeza y espectacularidad, queda pendiente, cómo no, de otra visita. Toca volver a ganar altura para recuperar lo que he bajado anteriormente y ya se me empieza a hacer pesado, además me empieza a molestar algo el tobillo, forzosamente abandono la peregrina idea de continuar caminando toda la noche, me quedan 3 ó 4 kilómetros para llegar a Almeida que se me están haciendo largos, llego tocado y busco un sitio para dormir en la terraza-galería de un viejo cuartel junto a las murallas al resguardo de posibles curiosos.

Al descalzarme me encuentro una desagradable sorpresa,  me han salido nuevas ampollas en ambos pies, que si bien me venían molestando algo no pensaba que fueran tan grandes. Por cierto, me quito por primera vez el calcetín del pie izquierdo después de tres días, jeje, ya sé que puede ser una guarrada, pero en ese pie es donde tenía alguna ampolla desde hacía días, y como hasta ahora no me habían vuelto a dar guerra había preferido "no meneallo" y evitar tentar a la suerte.

Son las 4 de la mañana, he hecho 71 kilómetros y medio en 16 horas y media de marcha, sin contar las largas paradas del día. Me quedan 41 kilómetros para llegar a casa. A dormir.

La ruta: