miércoles, 5 de noviembre de 2014

Los 500 de Asís. De Santiago a Ciudad Rodrigo. Capítulo 4.

23 de agosto. Día 4. Guimaraes - Mesao Frio.

Primera noche que he dormido al aire libre, en la ciclovía, cerca de Guimaraes, bien, con algo de humedad pero sin frío. Me levanto tempranito, amaneciendo y me "reparo" un poco las primeras ampollas que me habían empezado a salir.

De momento se va muy cómodo, en suave descenso, pero para salir de la ciclovía hay una bajada muy fuerte. Y a partir de ahí como los días anteriores, sucesión continua de sube y baja. La mayor parte del tiempo por zona urbana o semi urbana, más incluso que los días anteriores y además con mucho adoquín. Los problemas que han ido surgiendo el día anterior, naturalmente, se van agravando: los pies sufren con los adoquines, aunque las ampollas parece que de momento van controladas y el tibial y el tobillo poco a poco van aumentando su hinchazón, aunque de momento tampoco es incapacitante. Con esas condiciones del terreno y de lesiones uso por primera vez los bastones, que hasta ahora me parecían un peso muerto en la mochila. Sin embargo en los tramos con tanto adoquín, si bien intento aligerar algo el trabajo al tobillo, se hacen muy incómodos porque los bastones se enganchan continuamente entre los adoquines. De todos modos, los bastones ya no volverán a la mochila en el resto de los días, con la pierna tocada ya eran imprescindibles, además de que, tanto por terreno como por cansancio ya corro menos y ando más.

También uso por primera vez el camel de la mochila, hasta ahora me había sido suficiente con las fuentes y un bidón pequeño, pero las fuentes ya van escaseando y sobre todo en las horas centrales del día hay que llevar reserva de agua, que el calor aprieta.

Con todo, incluida alguna pérdida del camino, de momento no voy del todo mal, estoy llegando a Amarante relativamente entero, voy trotando en la larga bajada pero la última parte ya es muy pronunciada y me hace mucho daño. Por entonces estoy empezando a comprender que la sobrecarga del tibial se debe precisamente a eso, a tanta subida y bajada, y si en las subidas me molesta  algo, en las bajadas, sobre todo en las más fuertes me imposibilita para correr. Estamos apañados si las subidas las hago andando y cuando podría correr en las bajadas ahora resulta que tampoco va a ser posible.

¿Aureola de santidad en Amarante?, jeje.
Amarante, prácticamente mitad de camino entre Santiago y Ciudad Rodrigo. Hoy llevo 35 km y medio en casi 7 horas. Paro a comer, descanso largo, revisión de pies, y entro en una farmacia a comprar una crema antiinflamatoria.


La salida de Amarante es de locos, una carretera peligrosa y luego otra vez sube y baja pronunciados. Definitivamente este país es una locura de cuestas. Y de adoquines, por si no lo había dicho, jajaja. Me están machacando los pies y las ampollas que las tenía más o menos controladas me vuelven a dar algo de guerra. Afortunadamente después se coge una carretera secundaria casi paralela a la principal, eso sí con más curvas y más larga, para hacer una subida continua de unos 12 km. Desde Amarante se va ganando altura, pero al entrar en esta carretera secundaria (aunque según parece realmente es una calle) la subida es ya continua, pero también mas tendida, a ratos muy apetecible para correr, pero no puedo, lo intento en algunas ocasiones con tramos llanos, pero no puedo con el dolor, me siento frustrado e impotente. Al menos para caminar relativamente rápido no me molesta. Se atraviesan varios pueblines. No sé los "millones" de perros que me habrán ladrado durante todos los días, algunos realmente de muy malas pulgas, con una agresividad que si pudieran te comerían. Afortunadamente (debidamente atados o cerrados) no tuve ningún incidente, aunque como también contaba Emilio Comunero en su crónica del Spartathlon a veces casi deseas tenerlo para tener una disculpa lo suficientemente buena para acabar con la paliza que te estás pegando.

Al final de esa calle-carretera vuelves a encontrar la carretera nacional en lo que, aparentemente, es lo más alto del puerto y la nacional poco después comienza a descender, pero para evitar transitar por ella mi camino la cruza y sigue subiendo (para gran dolor de mi corazón, mi cabeza y mis piernas), al principio por asfalto, luego de forma bastante más brusca por pistas hasta alcanzar el que según la página del Camino Torres es el punto más alto de todo el trayecto el Chã das Arcas a unos 930 metros.


Se trata de una explanada sin vegetación en la que hay algunos "molinos de viento" y desde la que se divisan perfectamente todos los valles y sierras circundantes, de donde vengo y a donde voy. Mientras ando por allí arriba empieza a anochecer, me preocupa la noche en las condiciones en que vengo y en ese terreno montañoso y solitario. El inicio de la bajada es cómodo por pistas y muy suave y, con molestias, pero intento trotar algo, luego se vuelve a poner muy pendiente. El dolor cada vez más fuerte, ahora ya incluso andando, porque la sobrecarga del tibial para lo que más me incapacita es para estirar el tobillo y el pie en las bajadas. 

La bajada es larga y se me está haciendo eterna y dolorosa, voy por una carretera en modo automático, sin ninguna ilusión, apenas se me alegra un poco la vista, no tanto el espíritu, al llegar a un punto en el que ya se ve todo el valle del Duero ante el espectáculo que, ya en plena noche, supone ver ambas laderas del pronunciado valle iluminadas por completo, muchos pequeños pueblos, caseríos, y quintas con viñedos que se desparraman por las laderas y multitud de carreteras a distintas alturas del valle que los entrelazan y todo iluminado.

Cuando ya tengo a "tiro de piedra" Mesão Frio me encuentro una terrible bajada para atravesar un pequeño regato y volver a subir hasta el pueblo. Esa bajada me acaba de dar la puntilla. Es sábado por la noche y justo por donde entro al pueblo hay una exhibición de esas de motos petardeando y  haciendo cabriolas. Al igual que la noche antes cuando entré a cenar en el restaurante de Guimarães, vuelvo a sentirme como un extraterrestre recién aterrizado en un mundo extraño, aunque casi nadie me viera, atentos como estaban a las evoluciones del motorista de turno. Paso de largo, con pocas ganas de fiesta, hacia el centro del pueblo y lo primero que encuentro es una pastelería-cafetería. A falta de otra cosa más contundente me como un par de bollos temiendo que esa será toda mi cena vista la poca actividad que se ve por la zona e, iluso de mi, pensando que estaba en un pueblo de "cierta importancia" (de hecho había en esa misma plaza un hotel cerrado) pregunto por un hostal, pensión o lo que sea. No hay nada, lo más cercano a 4 kilómetros. Uf, si me quedaba algo de moral se me viene abajo, porque necesitaba verdaderamente una ducha , una cama y un buen descanso. Salgo a inspeccionar un poco el pueblo y encuentro una pequeña tasca donde puedo comer un bocadillo. En la conversación con el tabernero en primer lugar me aconseja que acuda a los bomberos que suelen dejar dormir en algún local, pero luego se le "ilumina una bombilla" y me dice que un vecino quizás tenga alguna habitación para alquilar. Lo llama y en efecto. Dormiré en una casa vieja que tiene pinta de ser la casa de la abuela donde se alojan los parientes que vienen en verano y, ocasionalmente, algún turista o peregrino despistado como yo, pero tendré mis ansiados ducha, cama y descanso.

Las ampollas que tenía se me han puesto peor y si en condiciones normales eso sería un problema, en esta ocasión es lo que menos me importa. El verdadero problema es el tibial, tengo toda la parte baja delantera de la pierna derecha hinchada, enrojecida y dolorida, hinchazón que se extiende también al tobillo. Me pasan por la cabeza todas las posibilidades: descansar por completo al día siguiente, intentar avanzar algo tranquilo únicamente andando y sin forzar en absoluto e incluso abandonar y volverme a casa. De momento a dormir y mañana será otro día.

Han sido 65´2 km. en 13 horas y 33 minutos de marcha (sin contar la parada larga para comer en Amarante). A falta de correr hay que hacer más horas y según el señor Garmin 1.870 m de desnivel positivo y 1890 negativos (según la página del Camino Torres son más de 2.400 tanto positivo como negativo, me extraña tanta diferencia y más cuando en el resto de etapas me ha marcado a mí desniveles mayores que los que da la página).


3 comentarios:

ramonet dijo...

Jo... tio tal y como llegaste parece wue el capitulo 5 iba a estar jodido. Pero es que 1800 de desnivel, hay maratones de montaña con eso

yonhey dijo...

Buen desnivel de etapa, es como quien dice casi carrera de montaña, y ya llevas 4 días. Esto es como las series de TV, te dejan en vilo con el jodío protagonista. A ver la siguiente entrega.
Un abrazo

CiegoSabino dijo...

Bueno, fieles seguidores, siento que esto no vaya más rápido, hago propósito de enmienda, pero ....

Bueno voy a ponerme ahora con el siguiente, a ver hasta dónde llego.