lunes, 23 de marzo de 2015

Los 500 de Asís. De Santiago a Ciudad Rodrigo. Capítulo 8 y fin.

27 de agosto. Día 8. Almeida - Ciudad Rodrigo.

Despierto en Almeida con algo de sobresalto, está amaneciendo y suenan cercanas y atronadoras unas diabólicas máquinas que poco después descubro que son una desbrozadora y uno de esos aparatos que hay ahora de "soplar" hojas y hierbas. Unos operarios están limpiando la muralla y zonas cercanas a mi "dormitorio" (creo que unos días después hubo en Almeida una feria de turismo o algo por el estilo, supongo que estarían dejando todo en "perfecto estado de revista").

Mi dormitorio en Almeida
Viendo amanecer sobre la muralla desde la cama
Hoy sí las ampollas ya son preocupantes, además me duele otra vez el tobillo. Así que tras las operaciones de rigor de pinchar, limpiar y medio curar las ampollas y el oportuno antiinflamatorio me pongo en marcha con dificultad, me cuesta mucho y voy medio cojo y con dolores por unas cosas y otras, pero esto es así, poco a poco empieza a calentarse el cuerpo y los dolores van desapareciendo, cojo buen ritmo y camino bastante a gusto, incluso me animo a trotar alguno tramos.

Tras el paso por Vale da Mula en 8 kilómetros y medio desde que salí de Almeida me dispongo a cruzar el río Turones (Tourões, para ser más exacto, ya que lo cruzo desde le lado portugués)


Y estoy de vuelta en España.


Paso junto al Fuerte de la Concepción (digno de una visita para quien no lo conozca) y llego a Aldea del Obispo. Aún es pronto pero ya se nota el calor y me apetece una cerveza, además tengo que cargar el GPS. Sé que no va a haber mi gasolina súper en forma de Super Bock, pero por la cercanía con Portugal tengo la vana esperanza de que tengan botellines de tercio, pero no, por esta zona nuestra el tercio de cerveza se estila poco, así que me pido una jarrita mientras como algo y charlo con unos paisanos a la puerta del bar.

Bajada para atravesar la Rivera de Dos Casas y tras el paso por Castillejo de Dos Casas se inicia un tramo muy ameno junto al río atravesando encinares y piaras de marranos que corretean felices, hasta las proximidades de La Alameda de Gardón. Desde aquí, ya por una de esas carreteras solitarias que conozco de  montar en bici y a Gallegos de Argañán.

Llevo 24 km en poco más de 5 horas. Hora de comer. Entro en un bar preguntando si hay algo para comer o si me preparan un bocadillo. De momento el hombre me dice que no tienen nada, pero va a preguntarle a la mujer. Al poco aparece la mujer, es portuguesa, me ofrece una ración de bacalao "a bras" que tiene por ahí que acepto encantado. Para el que no lo sepa el bacalao "a bras" es una receta portuguesa, seguramente la más común en esta zona fronteriza. Menuda paradoja, voy a comer por primera vez comida típicamente portuguesa precisamente cuando ya estoy en España.

Hago una larga parada para comer y aprovecho para ir dando noticias de mi paradero, del camino que me queda por delante, de la ruta que seguiré y de la hora aproximada para llegar a Ciudad Rodrigo a todos los amigos que ya están más o menos al tanto de mi llegada y que me van preguntando, unos para acompañarme en los últimos kilómetros y otros para esperar a las puertas de la Catedral, meta de esta "peregrinación".

Tras el descanso y con la camiseta limpia, la que sólo había usado para cambiarme y no oler demasiado a "chotuno" en algunas ocasiones, cuesta reanudar la marcha, además el terreno tampoco ayuda: una sucesión de repechos y bajadas por un secarral con el calor apretando y sin una sombra. La parada ha sido más larga de lo que pensaba así que intento recuperar algo de tiempo, caminando rápido o incluso trotar aprovechando alguna bajadita. Aunque con la modorra del calor, de la comida y las pocas horas dormidas la noche antes parece que marcho meramente por inercia, yo creo que he llegado a caminar incluso medio dormido. Estaba en uno de esos momentos cuando veo aproximarse un ciclista. Hasta que no ha parado y no ha empezado a hablar conmigo no lo he reconocido, es mi primo Chago, el primero que viene a mi encuentro para acompañarme (y al único que voy a citar, porque luego se fueron uniendo más amigos y seguro que me voy a olvidar de alguno). La verdad es que su compañía me vino muy bien, llegó en un buen momento para ayudarme a superar esa "tontuna" que llevaba encima.

Poco después se van añadiendo más amigos, saludos, felicitaciones, ánimos, agua fría (aunque yo llevaba agua, poder beber algo fresco se agradece), fotos. Se van uniendo niños y mayores, unos en coche, la mayoría andando y se conforma una pequeña caravana, con tanto revuelo se ralentiza un poco la marcha, voy a llegar algo más tarde de lo anunciado, pero está bien, apenas quedan 4 ó 5  kilómetros por terreno conocido y cercano, lugares habituales de entrenamiento.

Entramos en Ciudad Rodrigo por el Puente cuando empieza a caer la tarde,


subida por la Colada, donde me dan la bandera del pueblo que llevaré los últimos metros y directamente a la Catedral.






Meta, objetivo cumplido.


Allí espera más gente, algunos amigos, algunos curiosos que se deben haber enterado de la noticia y se han acercado a curiosear y supongo que algún que otro turista despistado y un tanto asombrado; de haber llegado un poco antes parece que había estado incluso la prensa local, pero estamos en plena Feria de Teatro que es el acontecimiento cultural más importante que se celebra en Ciudad Rodrigo y a esa hora ya ha comenzado alguna obra. El caso es que el recibimiento me abruma, en cierto modo no sé muy bien a dónde atender entre saludos, felicitaciones y fotos, muchas fotos.


Amos, no me jodas, que parezco una estrellita de tres al cuarto.
Allí mismo Abel Atalanta, ideólogo y padre de la criatura que por cuestiones varias no pudo llevar a cabo, me entrega una copa de "finisher" con la que poso luciendo orgulloso una camiseta "Jaramuga".



Somos "Jaramugos" y hacemos "Jaramugadas", retos deportivos en ocasiones, como la presente, un tanto alocados e incomprensibles para la gente ajena a nuestro mundillo, y esta peregrinación  ha sido de las jaramugadas buenas de verdad, en primer lugar por la brillante idea de Abel y después por el planteamiento y por la ejecución. ¿Por qué lo hacemos?. No hay que buscar muchas razones, es así y no hay más, como reza nuestro lema "En tos lus frentis".

Estoy renegrío, entre el sol y la roña de unos cuantos días ya sin una ducha.
Después del ajetreo inicial una pequeña ronda hasta la puerta de la exposición que se celebra en el contiguo Seminario con motivo del 800 aniversario del paso de San Francisco de Asís por la ciudad, que en definitiva es el origen de este reto de los 500 de Asís





y una visita al otro lado de la catedral,


donde se encuentran estas escaleras para bajar al atrio y (os voy a contar un poco de historia ficción) de las que se cuenta, que por ellas bajó San Francisco cuando al llegar a Ciudad Rodrigo se estaba construyendo la catedral. Seguramente no sea más que una ocurrente invención, pero lo cierto es que para bajar a ese atrio hay tres escaleras similares y las otras dos están perfectamente restauradas y acondicionadas y en estas parece que se mantiene la deteriorada piedra original, como si no se hubiera querido tocar esa "reliquia". En fin, habrá que preguntar a alguien que verdaderamente sepa acerca de la catedral el porqué no se han restaurado.


Para acabar con los datos: hoy han sido poco más de 41 kilómetros en 8 horas y 52 minutos de marcha. 


En total, si el señor Garmin no ha fallado mucho, en números redondos desde Santiago han sido 490 kilómetros en 99 horas en ocho días, con un desnivel total de 10.300 metros positivos y 9.900 negativos.



Etapas:

1- Santiago-Pontevedra. 67´35 km. 10 h 33´.
2- Pontevedra-Rubiaes. 70´8 km. 12 h 05´.
3- Rubiaes-Guimaraes. 81´63 km. 15 h 26´.
4- Guimaraes-Mesao Frio. 65´27 km. 13 h 33´. 
5- Mesao Frio-Gouviaes. 40´04 km. 10 h 25´.
6- Gouviaes-Peroferreiro. 51 km. 11 h 43´.
7- Peroferreiro-Almeida. 71´46 km. 16 h 29´.
8- Almeida-Ciudad Rodrigo. 41´18 km. 8 h 52´.

Algunos compañeros de viaje:

Mi pulsera del "todo incluido" de las vacaciones.



Las zapatillas (y el maltrecho tobillo). La verdad es que ya estaban en las últimas cuando decidí llevarlas frente a otras más nuevas, pero para tanto kilometraje preferí llevar unas ya "hechas" y creo que cumplieron bastante bien.



Algunas conclusiones.

Inicialmente este iba a ser un capítulo más amplio, pero el tiempo transcurrido hace que muchas de las conclusiones hayan caído ya en el olvido y queden sepultadas por el buen sabor de boca que la memoria selectiva hace prevalecer sobre los malos momentos, que tienden a olvidarse, o al menos no recordarse como tan malos.

En cualquier caso sí que es cierto que al acabar no estaba especialmente satisfecho. Sí, había conseguido cumplir el objetivo, incluso pese a la lesión del tibial, que estuvo a punto de dar con  todo al traste, casi había cumplido los planes en cuanto a los días de marcha previstos. Sin embargo no estaba muy conforme con la forma de lograrlo, habían sido demasiadas horas, y no sólo una vez producida la lesión, los días anteriores también había empleado más horas de las deseables, todo ello fruto de una deficiente preparación. Había sido todo un poco "al estilo jaramugo", un poco a la buena de Dios, sin un verdadero entrenamiento para afrontar el reto con garantías, confiando demasiado a la experiencia (aunque nunca había hecho algo, ni por aproximación, tan largo por etapas), a la veteranía, a la dureza de cabeza, a lo que muchas veces hemos llamado "tener el cuerpo hecho" a la ultra distancia. Y evidentemente sin todo eso habría sido imposible, pero no era suficiente. El plan inicial era correr más y caminar menos, Al final (y, como digo, no sólo por la lesión) he caminado mucho, teniendo que suplir con más horas lo que no lograba con más velocidad. Claro, que por otra parte no esperaba un terreno tan duro de subidas y bajadas tan fuertes los primeros días ni tanto asfalto, pensé que el camino sería mas pistas y senderos, pero el "urbanismo" del norte de Portugal con pueblos y aldeas unidos unos a otros sin solución de continuidad hace que transites continuamente por asfalto o lo que es peor por adoquinado.

Desde luego al acabar e incluso mucho tiempo después, habría descartado rotundamente repetirlo, ahora mismo creo que lo seguiría descartando, pero ya no sería tan rotundo, jajaja. Además juega el aspecto de sacarse una pequeña espinita. 

Por otra parte he "conocido" lugares y ciudades maravillosos, y digo conocido entre comillas porque apenas ha sido un paso fugaz, un visto y no visto, sin poder saborearlos ni disfrutarlos. La mayoría de esos lugares quedan pendientes de una visita más reposada. Sin embargo en el momento de acabar, salvo los lugares más destacados, apenas tenía recuerdos ni referencias de la mayoría. Ha sido al escribir esta serie de crónicas cuando la memoria se ha ido refrescando contrastando algunas notas, mapas, rutas y fotos. Precisamente esa es una de las razones por las que se ha retrasado tanto el escribirlas, cada vez que me ponía a ello se me iba el tiempo en primer lugar desplegando todas las fuentes de información necesarias para avivar la memoria y luego recordando lugares, situaciones o personas. Fundamental para ello las nuevas herramientas tecnológicas, particularmente los "tracks" proporcionados por el GPS que con el grado de nitidez que permite la ampliación de las imágenes de satélite me ha permitido casi revivir cada paso, pero al mismo tiempo me ha llevado muchas horas. Así mismo fundamental, mejor dicho indispensable la página del Camino Torreshttp://caminosantiago.usal.es/torres/ ) que describe el camino que empleó D. Diego de Torres Villarroel, Catedrático de Matemáticas de la Universidad de Salamanca para ir en 1737 de Salamanca a Santiago. Indispensable en el momento inicial de esta aventurilla pues es el camino que, a la inversa, he seguido yo y de donde tomé todo lo necesario para trazar la ruta. Y fundamental también en el momento final, pues las descripciones de cada una de las etapas y las numerosas fotos que las acompañan han sido el complemento necesario para traer a la memoria buena parte de los recuerdos plasmados en las crónicas.

Las cosas y los casos.

Y para acabar algunas de las cosas que van a quedar para siempre como recuerdo de los 500 de Asís.

En primer lugar mi Credencial de Peregrino. Normalmente es el documento que se usa para acreditar la peregrinación hacia Santiago mediante el sellado en albergues, parroquias e incluso bares de los distintos lugares de paso (es el mejor recuerdo que tengo de mi peregrinación a Santiago hace ya un montón de años). En mi caso no tenía nada que acreditar más que ante mí mismo, pero sí la quería para documentar el paso por tantos y tantos lugares, sin embargo por unas cosas y otras me aburrí pronto y únicamente la sellé hasta el segundo día, en el primer lugar en que dormí en Portugal. Sí que quise tener el sello final, el de la exposición de Ciudad Rodrigo.



La copa. El bueno de Abel quería entregarme algo en el momento de acabar, algo con que escenificar el cumplimiento del objetivo. Tratándose, en principio, de un reto de carácter deportivo lo más recurrente era una copa, aunque a él no le gustase mucho y se arrepienta de no haber tenido una mejor ocurrencia. Da lo mismo, lo que cuenta es la intención. Gracias. 






Aunque en principio la idea de los 500 de Asís era algo meramente nuestro, el tema fue teniendo cierta difusión a través de medios de comunicación locales y llegó a conocimiento de los organismos encargados de la conmemoración oficial del Año Franciscano. De modo que gracias a la iniciativa de José Ramón Cid se me hizo un pequeño reconocimiento "oficial" en la sede de la Exposición con entrega de un libro relativo al paso de San Francisco por España.




Un reconocimiento inesperado y más entrañable fue el que se produjo en la San Silvestre de Martiago. Los organizadores de una modesta "carrera de pueblo" (por supuesto dicho con todo el cariño del mundo), Agustín y Floren tuvieron conmigo el enorme detalle de entregarme una placa (por cierto, pedazo de placa) por sorpresa al acabar la carrera. Muchas gracias a ambos, así como a los que, sabiéndolo, contribuyeron a mantener la sorpresa




Pero si hay una cosa que apreciaré siempre y por encima de todo como recuerdo de estos 500 de Asís es esta camiseta obra de Susa, dibujada a mano, que reproduce al San Francisco "orejón" de la catedral. Muchas gracias comadre y un enorme beso.




Así, con estas mismas fotos con que iniciaba la primera de esta serie de crónicas hace ya muchos meses las cierro ahora, dando las gracias también a todos los que se interesaron por mi reto deportivo-peregrinación de Santiago de Compostela a Ciudad Rodrigo en agosto de 2014, a los que me aconsejaron y animaron en los momentos difíciles, a las buenas gentes que fui encontrando por el camino dispuestas a ayudar, a los que siguieron en su día mis venturas y desventuras y a los que las han seguido después a través de estas crónicas, a los que me acompañaron en los últimos kilómetros y a los que me recibieron y retrataron cual estrella (fotos que ilustran esta crónica) junto a la catedral.

Y con el lema franciscano me despido:

PAZ Y BIEN.

lunes, 2 de marzo de 2015

Los 500 de Asís. De Santiago a Ciudad Rodrigo. Capítulo 7.

26 de agosto. Día 7. Peroferreiro - Almeida.


Me levanto muy temprano de mi lavadero, mañana fresca y a la tarea. Camino tranquilo, pero sin pausa, con las molestias en el tobillo, quizás un poco más que los días anteriores, como ya he dicho en otros días sobre todo en las bajadas con más desnivel, aunque no me impiden caminar.

Pasado un primer tramo llano se comienza a subir, se atraviesan zonas de viejos montes solitarios que a estas tempranas horas de la mañana, con algo de neblina y en alguna ocasión el camino poco claro, diría que por primera y única vez en todos los días de la marcha me hacen sentir realmente solo y medio "abandonado" en medio de la nada con cierta "preocupación".

Fuerte bajada hasta Sintrão, y vuelta a subir entre grandes berrocales graníticos, su simple visión me anima, significa que me estoy acercando a "la raya", a partir de ahora van a ser frecuentes. Al acabar esa subida estoy ya a las puertas de Trancoso, donde paro a desayunar. Llevo algo más de 15 km en 3 horas y 40 minutos.



Y en Trancoso, la revelación. Mientras desayuno me dedico como en otras ocasiones en que hago paradas a dar noticias a través del "facebó" (por cierto me llama bastante la atención que en Portugal en casi todos los sitios en que he parado había Wi-Fi, incluso en algunos en los que en principio no lo pensaría). El caso es que dando noticias de mis penurias y mis lesiones recibo ánimos y consejos de algunos amigos, particularmente de dos grandes ultrafondistas, por una parte de Óskar Oskemerando (cinco Tor des Géants en sus piernas) para las ampollas, aunque un poco complicados de llevar a la práctica en ese momento además de que las ampollas, por ahora, no son tan graves y por otro de Emilio Comunero (entre sus "muescas" está el Spartathlon que hizo este año), quien tras un breve intercambio de mensajes me hace un perfecto diagnóstico de la lesión del tibial y tobillo como si los estuviera viendo y me recomienda, por experiencia propia, un antiinflamatorio algo más eficaz y rápido que el ibuprofeno y la crema que me estaba aplicando, voltarén en supositorio. Como he dicho en otras ocasiones mis molestias no eran del todo incapacitantes, pero me daba un poco de miedo forzar y hacerme algo más grave, pero por probar no pierdo nada. Nada más salir de la pastelería en la que desayuno, al doblar la esquina hay una farmacia que visito inmediatamente. Tras una breve vuelta salgo del casco amurallado de Trancoso en una continua y larga bajada. Supongo que el antiinflamatorio hizo su efecto rápidamente, a los 10 ó 15 minutos empecé a notar cierta mejoría. O la tal medicina es dinamita pura o me hizo una gran efecto de sugestión, pero en poco más de una hora estaba empezando a trotar muy suave en algunos tramos favorables después de un par de días en los que únicamente había caminado. No es que fuera nada del otro mundo, porque aunque "médicamente" medio pudiera y mentalmente quisiera, el cansancio me podía, pero me hacía ilusión poder corretear aunque fuera unos cientos de metros de vez en cuando, además durante unos cuantos kilómetros atravieso un terreno muy favorable de suave descenso. Sin embargo, de vez en cuando, al correr, me dan unas "mordeduras" muy dolorosas en la zona inflamada, sin motivo aparente de malas pisadas ni nada por el estilo y que achaco (en mi ignorancia, y que no sé si será así realmente) a que el músculo o el tendón inflamado o lo que sea "está volviendo a su sitio". 

Al final de todo este tramo se llega a un riachuelo junto al que se transita durante casi un kilómetro aprovechando el frescor del bosque de ribera. La tranquilidad y soledad son absolutas, cuando de repente oigo un chapoteo en el agua, al dirigir la vista hacia el lugar suena otro ruido como el anterior y veo, o mejor intuyo, algo entrando en  el agua desde un tronco semi sumergido. Al estilo de como se ve a los cocodrilos en los documentales cuando se lanzan al agua. Me digo que no es lugar para cocodrilos, así que supongo que serán nutrias. Poco más adelante vuelvo a ver fugazmente otro animal, imagino que otra nutria, cruzando el camino. Mira con qué poco se puede uno alegrar la solitaria marcha.

Tras cruzar el río y afrontar una corta pero dura subida se llega al pueblito de Póvoa d´El Rei, donde se produce otro de esos momentos que te quedan en el recuerdo después de una de estas aventurillas. Son las horas de mediodía y hace bastante calor, a la puerta de casa, a la sombra, hay una pareja de esta gente mayor que queda en los pueblos que tras un saludo y una breve conversación, en la que me indican que de vez en cuando se ve pasar gente hacia Santiago, me invitan amablemente a beber agua fresca o comer algo de fruta. Invitación que sin embargo declino porque he comido algo de lo que yo llevaba poco antes y quería llegar al siguiente pueblo, un poco más grande, ya para parar a comer y a descansar un rato.

Sin embargo tenía que haber aceptado la invitación, porque el siguiente pueblo, Valbom estaba algo más lejos de lo que esperaba y se me hizo largo llegar. En Valbom, en contraste con la serenidad de la pareja de abuelos de Póvoa, al entrar en el bar, junto a los parroquianos habituales que se diría que casi forman parte del mobiliario había un par de familias de emigrantes "de la Francia"  y el bullicio de sus críos. 

Sin más incidencias me acerco a Pinhel, donde se entra por un pequeño polígono industrial donde me empieza  a seguir un perro que me acompaña por las largas avenidas que me llevan al centro de la ciudad y al que intento espantar, con poco éxito, para que se vuelva, viendo que se está alejando demasiado del lugar en el que lo encontré. Finalmente consigo dejarlo atrás y, aunque la tarde va cayendo, llego con bastante calor al centro, donde me tomo el inevitable par de Super Bock y en un pequeño parque me hago una foto con este señor, que no sé quien es, pero creo que era un poeta.


Tanto Pinhel, como Trancoso, y en realidad, como casi todas las ciudades y muchos de los pueblos que he atravesado durante la ruta quedan pendientes de una visita turística con más calma.

Llevo 48 km. en 10 horas y 20 minutos, pero me encuentro bien, la "droja" ha hecho su efecto perfectamente, y quiero acercarme lo más posible a Almeida.

Salgo de Pinhel ya con la tarde caída y al poco empieza a anochecer, en primer lugar, una vez internado en el campo me encuentro una zona quemada recientemente, es raro que no hubiera visto más, porque en Portugal los incendios son  (o la menos lo eran hace unos años) más que frecuentes, y una vez ya de noche paso un momento de cierta preocupación, al principio era un sonido más o menos lejano, pero según me acerco se oyen ya muy cerca unas explosiones que me parecen tiros de escopeta, por un momento dudo si continuar avanzando. Voy por un camino cómodo en medio de la tarde-noche y del campo, la verdad no me imagino a nadie pegando tiros así a tontas y a locas por la noche, no se ven luces ni coches ni nada ni nadie que me haga pensar que haya cazadores, pero un poco con la mosca detrás de la oreja cuando los "tiros" se oyen más cercanos voy un rato caminando semi agachado, aprovechando además un pequeño terraplén del terreno. Lo cierto es que los ruidos eran constantes y regulares, lo que me hace abandonar la idea de los disparos y me lleva a pensar más bien en que haya algún almacén o alguna plantación cercana que recurra a esos "disparos" para espantar algún animal. Ahora revisando el recorrido en el mapa del Garmin veo que había cerca lo que parece una cantera, supongo que los ruidos vendrían de allí.

Pasado este pequeño sobresalto continúo caminando muy a gusto. Hace una noche muy agradable en cuanto a temperatura y voy feliz de la vida y disfrutando enormemente del placer de caminar en la noche, sin molestias y sin prisas, sin agobios de distancias ni de tiempo, ya sé que salvo "cataclisno" al día siguiente estaré en Ciudad Rodrigo y me tomo la caminata como si acabara de salir a dar un paseo en la noche; a lo que sin duda ayuda el que es una noche preciosa sin nada de luna y con todas las estrellas brillando y marcando espectacularmente la Vía Láctea. Recuerdo que de pequeño mis padres me decían que siguiendo la Vía Láctea se llegaba a Santiago (de hecho también se la llama Camino de Santiago), miro hacia arriba y precisamente el reguero de estrellas se dirige hacia el noroeste, de donde vengo desde hace 7 días (quizás sea casualidad porque parece ser que dependiendo del día y de la hora puede apuntar en cualquier dirección), pero me hace ilusión pensar que sigo su camino que está marcando mi ruta y al mismo tiempo me lleva a recordar mi peregrinaje a lo largo de los días anteriores. Al apagar el frontal en alguna de esas miradas la cielo, compruebo que mi vista se adapta perfectamente a la oscuridad y pese a no haber nada de luna decido caminar sin la luz del frontal, como queriendo unirme más a esa noche y ese cielo mágico que me envuelven. Lo cierto, es que hablando de un modo un poco más prosaico y con los pies en el suelo (nunca mejor traído) el camino ayuda mucho para poder ir a oscuras, al ser una pista cómoda, apenas sin baches, en terreno despejado y sin sombras y ser de una tierra muy clarita fruto de las descomposición del terreno granítico.

Y si la noche parecía perfecta, contradiciendo por una vez ese fatalismo que parece que tiene que desembocar en alguna circunstancia que dé al traste con algún momento de felicidad, en este caso fue al contrario. Llego al pueblo de O Pereiro, llevo 8 kilómetros desde que salí de Pinhel, 56 desde que comencé a caminar en Peroferreiro y son más de las 10 de la noche. Llego al bar, en la puerta aprovechando la agradable noche hay algunos clientes y dentro sólo la dueña, su hija y su nieto. Pido la consabida Super Bock y algo de comer y la señora Julieta me pregunta si voy a Santiago (como he dicho en otras ocasiones este Camino Torres a Santiago no es que sea muy frecuentado, pero sí que me da la impresión de que se va dando a conocer poco a poco y cada vez más van pasando, aunque sea a cuentagotas, peregrinos, por lo que en algunos de los pueblos por los que se pasa ya están relativamente habituados a ellos). Le contesto que no, que voy a Ciudad Rodrigo pero que en cierto modo estoy haciendo una peregrinación en homenaje a San Francisco de Asís. Pues bien, para ella es suficiente, me dice que a todo lo que beba y coma en su casa me invita ella, que tiene una "promesa" por la cual ayuda de este modo a los peregrinos a Santiago (salvo que sea un grupo numeroso, ahora no recuerdo si más de 5 ó 6). El bar es a la vez la tienda del pueblo y me pasa al local anexo para que le pida lo que quiera. Con un poco de embutido y de queso será suficiente.

El "Café de Julieta" en O Pereiro, con la señora Julieta al fondo
Mientras como vamos charlando algo, pero cuando acabo empieza una larga conversación con abuela, hija y nieto explicándole mi propósito, mi camino. Se quedan un tanto asombradas de que ande yo solo ya de noche (lo típico de estos casos, que si no me da miedo y cosas por el estilo) y cuando después de más de una hora de charla les digo que me dispongo a continuar camino me dice la señora Julieta que cómo me voy a ir tan tarde, que me puedo quedar a dormir en su casa. Finalmente me marcho haciéndole la promesa de enviarle una postal cuando llegue a mi destino (como han hecho otros peregrinos a quienes ha ayudado, y que con todo el cariño del mundo va colocando en un tablón en el mismo bar) y además como Ciudad Rodrigo está relativamente cerca también le digo que le haré una visita, visita que en efecto le hice algún tiempo después.

Reanudo la marcha con una fuerte cuesta que me llevará a un altiplano hasta alcanzar una carretera por la que a estas horas (deben ser cerca de las 12 de la noche) pasa algún coche muy de vez en cuando. Se camina por ella o por una camino paralelo durante unos 2 kilómetros y después de otro par de kilómetros más se llega al pueblo de Valverde. Yo sigo feliz de la vida, con la alegría de lo recién vivido, caminando a ratos a oscuras y disfrutando de la noche y las estrellas. Camino muy tranquilo, como si fuera de paseo, por lo que no llego a tener sensación de cansancio y por momentos incluso me planteo seguir caminando durante toda la noche como si fuera la noche de una ultra. 

Me acerco al río Côa, se inicia un fuerte descenso hasta llegar a cruzar el viejo puente, escenario de algunas batallas en la Guerra Napoleónica por controlar este importante paso, ya que el río va bastante encajonado y no sería fácil cruzar por ningún otro sitio. En la noche no se aprecia bien, pero desde lo alto del puente sí te puedes hacer una idea de su grandeza y espectacularidad, queda pendiente, cómo no, de otra visita. Toca volver a ganar altura para recuperar lo que he bajado anteriormente y ya se me empieza a hacer pesado, además me empieza a molestar algo el tobillo, forzosamente abandono la peregrina idea de continuar caminando toda la noche, me quedan 3 ó 4 kilómetros para llegar a Almeida que se me están haciendo largos, llego tocado y busco un sitio para dormir en la terraza-galería de un viejo cuartel junto a las murallas al resguardo de posibles curiosos.

Al descalzarme me encuentro una desagradable sorpresa,  me han salido nuevas ampollas en ambos pies, que si bien me venían molestando algo no pensaba que fueran tan grandes. Por cierto, me quito por primera vez el calcetín del pie izquierdo después de tres días, jeje, ya sé que puede ser una guarrada, pero en ese pie es donde tenía alguna ampolla desde hacía días, y como hasta ahora no me habían vuelto a dar guerra había preferido "no meneallo" y evitar tentar a la suerte.

Son las 4 de la mañana, he hecho 71 kilómetros y medio en 16 horas y media de marcha, sin contar las largas paradas del día. Me quedan 41 kilómetros para llegar a casa. A dormir.

La ruta: